La Costa Vicentina, ese tramo de litoral que se estira entre el Alentejo y el Algarve occidental, guarda un secreto que solo los viajeros atentos saben aprovechar: cuando en otros destinos europeos el otoño ya llama a la puerta, aquí septiembre y octubre se sienten todavía como un regalo de verano.

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El aire es más suave, las playas se vacían, los precios bajan y la naturaleza —reina indiscutible de este rincón protegido dentro del Parque Natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vicentina— sigue marcando el ritmo.

Dónde empieza la Costa Vicentina

La Costa Vicentina comienza en la localidad de Odeceixe, justo en la frontera entre el Algarve y el Alentejo, donde el río del mismo nombre desemboca en el Atlántico formando una de las playas más pintorescas de Portugal. Desde allí, la costa se extiende hacia el norte hasta Porto Covo, en el Alentejo litoral, abarcando más de 100 kilómetros de acantilados, calas escondidas y pueblos marineros.

Este tramo pertenece al Parque Natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vicentina, considerado uno de los litorales mejor conservados de Europa gracias a la protección medioambiental y a la ausencia del turismo masivo que sí ha transformado otras zonas del Algarve.

Playas salvajes y un clima ideal para alargar el verano

La diferencia se nota en el ambiente: mientras en el norte de Europa ya hay chaquetas en la calle, aquí los termómetros rondan los 25–27 grados de máxima y 17 de mínima. El agua todavía invita al baño y las tardes saben a paseos sin prisas por la arena.

Hay playas para todos los gustos. La Odeceixe, donde el río se mezcla con el mar, es un lugar casi mágico. La Arrifana, con sus acantilados espectaculares, se ha convertido en paraíso de surfistas. Y la Zambujeira do Mar regala puestas de sol que parecen pintadas. Cada cala tiene su propia personalidad, siempre salvaje, siempre auténtica.

Arrifana
Arrifana

Senderismo por la Rota Vicentina

Si eres de los que prefieren caminar antes que tumbarse, la Rota Vicentina te atrapará. Son kilómetros y kilómetros de senderos señalizados que recorren el litoral y el interior. Dos itinerarios destacan: el Camino Histórico, que atraviesa campos de alcornoques y aldeas blancas, y la Ruta de los Pescadores, que serpentea junto a los acantilados frente al Atlántico.

No hace falta ser un senderista experimentado para disfrutarlo; basta con dejarse llevar por el paisaje y escuchar el mar rompiendo al fondo.

Dormir barato frente al mar es posible

Uno de los mayores atractivos de la Costa Vicentina es que dormir barato junto al mar todavía es posible. En plena naturaleza, la Pousada da Arrifana (Hostels de Juventude) ofrece camas desde 13 euros la noche. Sencilla, sin pretensiones, pero con la playa a dos pasos.

Quien busque más comodidad encontrará en Aljezur o Vila Nova de Milfontes pensiones y hostels familiares con habitaciones dobles desde 40–50 euros. Muchos de estos alojamientos ofrecen desayunos caseros que saben a gloria tras una mañana de mar o de sendero.

Vila Nova de Milfontes
Vila Nova de Milfontes

Comer bien sin gastar demasiado

En Portugal, el prato do dia es casi una institución. Por unos 7,50–8 euros, incluye un plato generoso, bebida y postre. En el Algarve occidental y el Alentejo costero, las tascas marineras preparan ensaladas de pulpo, sopas de pescado o guisos de atún por 10–15 euros, siempre con producto fresco.

Un buen ejemplo está en Vila Nova de Milfontes, en el Café-Restaurante Dias, donde la calidad-precio sorprende incluso al viajero más desconfiado. Aquí, comer bien y barato no es la excepción: es la norma.

Dónde dormir en la Costa Vicentina

  • Vila Nova de Milfontes es perfecta para quienes buscan ambiente animado: paseos junto al río Mira, restaurantes, cafés y playas urbanas protegidas del viento.
  • Aljezur, en cambio, es para quienes quieren sentirse en el fin del mundo: calles estrechas, casitas blancas y acceso rápido a playas salvajes como Monte Clérigo o Amoreira.

Cada pueblo tiene su encanto, pero ambos comparten la misma esencia: la del Portugal auténtico y todavía intacto.

Septiembre y octubre: la mejor época para viajar

Viajar en septiembre o principios de octubre a la Costa Vicentina es como jugar con ventaja. El mar aún está templado, los días son largos y los precios bajan tras la temporada alta. La única excepción son los fines de semana, cuando muchos lisboetas y algarvios aprovechan para escaparse; conviene reservar alojamiento con un poco de antelación.

Es el momento en el que todo encaja: clima perfecto, poca gente, naturaleza intacta y la sensación de estar disfrutando de un secreto compartido solo entre viajeros curiosos.

La Costa Vicentina es un refugio donde el verano parece resistirse a marcharse. Con playas salvajes, senderos infinitos, buena comida y alojamientos a precios asequibles, septiembre y octubre son la época ideal para descubrir este rincón protegido del suroeste de Portugal. Un lugar donde el calendario se estira y la naturaleza todavía dicta las reglas.