Tal y como explica la Asociación Española de Pediatría, la alimentación complementaria es el “proceso por el cual se ofrecen al lactante alimentos sólidos o líquidos distintos de la leche materna o de una fórmula infantil como complemento y no como sustitución de esta”. Es un momento importante en el desarrollo del bebé y hacerlo de forma correcta permite establecer hábitos alimenticios saludables para cuando el niño vaya creciendo.

Plazos

A veces existe una cierta confusión entre los padres acerca de cómo hacerlo, porque en los últimos años las recomendaciones han cambiado numerosas veces. Antes se recomendaba que los bebés comenzaran a recibir alimentos sólidos alrededor de los 4 meses, aunque en los últimos años se ha establecido generalmente esperar a los 6 meses para mantener la lactancia materna exclusiva porque, a partir de esta edad, comienzan a necesitar nutrientes adicionales que no se encuentran en la leche, como el hierro o el zinc. Empezar a tomar pequeñas cantidades de alimentos sólidos pueden proporcionar estos nutrientes.

En el caso de que no se le proporcione lactancia materna se puede adelantar a los 4 meses bajo la supervisión del médico, aunque se aconseja que existan una serie de hitos del desarrollo que se hayan cumplido, como tener un buen control de la cabeza y ser capaz de coger la comida con las manos, mantenerla en la boca y tragar y tener un interés activo por la comida.

Niño manchado / Unsplash
Niño manchado / Unsplash

Nutrientes

La AEP explica que no hay alimentos mejores que otros para empezar, aunque se recomienda ofrecer de manera prioritaria alimentos ricos en hierro y zinc. Además, es mejor introducir los alimentos de uno en uno, con intervalos de unos días, para observar la tolerancia y la aceptación y no añadirles sal, azúcar ni edulcorantes, para que el bebé se acostumbre a los sabores naturales.

Normalmente, se hace de forma gradual, comenzando con purés suaves antes de pasar a alimentos triturados y picados y luego enteros. Entre los 6 y los 12 meses, generalmente se recomienda iniciar una introducción con cereales, frutas, hortalizas, legumbres, huevo, carne, pollo, pescado y aceite de oliva.

Los primeros días en los que se introducen los nuevos alimentos, es importante tener en cuenta que la cantidad ingerida es menos importante que la variedad de los mismos. Entre otras cosas, porque en las etapas iniciales, el bebé todavía obtiene la mayor parte de los nutrientes de la leche materna o de la de fórmula. Por eso es aconsejable convertirla en una experiencia positiva para el niño, permitiéndole jugar, tocar y probar nuevos alimentos. Alrededor de una hora después de una toma de leche y cuando el bebé no esté demasiado cansado, suele ser un buen momento para probar la comida. 

A partir de los 12 meses, se recomienda empezar con la leche entera, yogur, queso tierno (aunque éste puede ofrecerse en pequeñas cantidades a partir de los 9 o 10 meses) y luego, desde los 3 o 4 años, los sólidos con riesgo de atragantamiento: frutos secos enteros, manzana o zanahoria cruda, etc.

Los alimentos

En cuanto al tipo de alimentos, hay que tener en cuenta que al principio es mejor comenzar con aquellos que tienen una textura más apropiada y se pueden ir introduciendo cada día 1. En el momento actual, según la AEP, no hay evidencia de que retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos más allá de los 6 meses prevenga el desarrollo de alergia a estos. Por el contrario, hay estudios que sugieren que la introducción precoz de algunos de dichos alimentos en pequeñas cantidades puede disminuir la aparición posterior de alergia.

Por último, respecto al gluten, hasta hace unos años se pensaba que la mejor forma de introducir el gluten era entre los 4 y 6 meses, pero actualmente no hay evidencia de que esto sea así, como reconoce la asociación. La recomendación actual es introducir el gluten entre los 4 y los 11 meses de edad, idealmente alrededor del sexto mes, y en pequeñas cantidades al inicio.