El bebé risueño y tranquilo que siempre está de buen humor, suele atravesar una etapa más o menos larga, entre los 18 meses y los 4 años, en el que reacciona de forma desmedida a las peticiones de sus padres o profesores llorando sin consuelo y lleno de rabia. Son las famosas rabietas, reacciones explosivas que se producen cuando las cosas no se desarrollan como él quiere. Pueden ser más o menos intensas y no es signo de un niño esté mal educado, sino que tiene que ver con el desarrollo de su personalidad.  

Lo cierto es que, aunque sean muy molestas, las rabietas son relativamente normales y tienen que ver con el proceso de crecimiento y la gestión emocional. Están relacionadas con la construcción de su personalidad y la búsqueda de una autonomía personal que pasa por enfrentarse a lo que ellos toman como imposiciones que no le permiten hacer lo que ellos quieren. Generalmente, van disminuyendo y desaparecen a partir de los cuatro o cinco años.

Cómo afrontar las rabietas

La reacción frente a las rabietas nunca pasa por perder la calma, pero tampoco por darles la razón en lo que quieren, porque si no irán a más. El niño tiene que ir adquiriendo una serie de criterios y diferenciar lo que está bien y lo que está mal y por eso no se debe ceder siempre a sus deseos, pero se puede gestionar de tal manera que pueda encauzar esas emociones que siente sin negarlas.

Una buena forma es a través del dibujo. Existe una actividad práctica para poder gestionar las rabietas y cuyo objetivo es sacar al niño de su enfado, sobre todo cuando entra en bucle y termina por oponerse a todo sin saber muy bien el origen del enfado. Es una práctica encaminada a solucionar problemas, ayudarle a expresar sus sentimientos y mejorar la comunicación con los padres. Solo hace falta poner a su disposición un papel en blanco y pinturas para dibujar.

Niño pintando / Pixabay
Niño pintando / Pixabay

Cuando el niño se enfade, se le deja un rato hasta que pasa la primera explosión, sin gritarle pero tampoco cediendo a sus pretensiones. Cuando pase este primer momento, los padres pueden acercarse al niño y con voz tranquila y suave se le pregunta por su enfado, para ayudarle a comunicar lo que siente. Si el niño es muy pequeño y no es capaz todavía de hacer ningún dibujo en concreto no importa.

Se le puede preguntar, ¿cómo de grande es tu enfado? ¿Me lo puedes dibujar? Es una actividad que a esta edad les suele gustar mucho, así que es normal que acceda a hacerlo sin problema. Se le ofrece el papel y las pinturas y lo normal es que comience a hacer garabatos con más o menos ira.

Hay que dejarle hacer, observándolo y proporcionándole el material que necesite. Cuando haya terminado, se puede hablar con él e incluso se le puede proponer romper el dibujo en pedacitos, arrugarlo y tirarlo a la basura, “para que el enfado se vaya”. De esta forma, le ayudamos a sacar su rabia a través del dibujo y destruirla simbólicamente. Además, le hacemos centrar su atención en algo más productivo que llorar y patalear y le enseñamos a canalizar sus rabietas.