Vox se beneficia esta campaña electoral de un premio como el que propulsó a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Trump obtuvo publicidad gratis valorada en 5.600 millones de dólares en la campaña de las elecciones presidenciales de 2016 —y venció. Esta cifra es el valor total de la atención mediática ganada vía menciones gratuitas en medios de comunicación, desde los principales canales de televisión hasta los digitales y las redes sociales. Es mucho más que sus rivales (Clinton, Sanders, Cruz, Ryan y Rubio) juntos. El partido ultra, como pasaba con Trump, es protagonista sin pagar en las portadas, los informativos de teles y radios, las redes sociales... Vox obtuvo el 15% de los votos en las anteriores elecciones, pero su presencia mediática rebasa ese porcentaje. Si tuviera que pagarlo, agotaría la tesorería del partido en menos de una semana.

En los diarios, que es de lo que se ocupa Quioscos & Pantallas, Vox dispone de una presencia en portada desproporcionada con respecto a su representación real y a las posibilidades de que se aplique su política. La presentación de su programa político —el típico acto administrativo y aburrido del que los medios hacen poco caso— abre la portada de El País de este sábado y aparece en la de El Mundo y de Ara. La Razón también abre portada con Vox por otro motivo: el bloqueo a la investidura del candidato pepero a la presidencia de Murcia.

La causa de la popularidad de Vox es, obviamente, que de sus escaños depende la mayoría que permitiría al PP llegar a la Moncloa el 23J. Saber qué pretenden, pues, es importante, porque los propósitos y propuestas del partido ultra son, ahora mismo, el perímetro político dentro del que se mueven las posibilidades de Alberto Núñez Feijóo de ser presidente del gobierno español. El programa de Vox contiene las razones que permitirán al candidato popular alcanzar el poder, que son las mismas que le impedirán ejercerlo una vez obtenido, por decirlo robando una frase de Jordi Graupera en La perplexitat. Todo el mundo quiere conocer las razones de Feijóo.

El partido ultra, por ejemplo, propone desmontar el Estado autonómico, cosa que quiere una reforma constitucional, operación complejísima, casi imposible, en el caso español. Mientras se cambia la Constitución, exige "la devolución inmediata al Estado de las competencias en Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia", "limitar en todo lo que sea posible la capacidad legislativa de las comunidades autónomas" y suprimir las policías autonómicas. ¿La irreformabilidad de la Constitución y la debilidad parlamentaria de la derecha para reformar los estatutos de autonomía pueden proteger la existencia formal de las comunidades autónomas, cierto, pero ¿qué pasa con el resto de las propuestas? ¿A qué se comprometerá el PP para obtener el poder? De ahí la atención desmesurada y enfermiza de los diarios por Vox. Tiene que ver —no solo— con la intriga y la curiosidad de saber si Feijóo sabrá desbordar las líneas del terreno de juego que le marcan los ultras, qué aceptará y qué negará, qué comprometerá y qué preservará.

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