Tal día como hoy del año 694, hace 1.328 años, en Toledo, se iniciaba el XVII Concilio de Toledo; que, entre otras cosas, promulgaría una ley que reducía a la esclavitud la comunidad judía que residía en los dominios de la monarquía visigótica. Los concilios que se celebraban en el reino visigótico hispánico reunían todos los estamentos del poder de la época y legislaban todo tipo de leyes relacionadas con el funcionamiento de aquella sociedad. Y en aquel concilio, el rey Égica argumentó que los judíos hispánicos habían tejido alianzas secretas con los judíos del Magreb que tenían como objetivo derrocar la monarquía visigótica y crear un estado judío.

Estos falsos argumentos eran la manifestación de una pésima relación entre las oligarquías visigóticas, que, a través de la figura del rey y de la institución de la corona, ostentaban el poder militar del reino, y la minoría judía peninsular, que se resistía a las leyes de uniformidad religiosa que pretendían cohesionar la sociedad y fortalecer el poder del rey. Al margen de este conflicto politicosocial, las élites visigóticas observaban con desconfianza la estrecha relación entre las comunidades judías de las dos orillas del Mediterráneo, y con el poder árabe que ya se había establecido en el norte de África e inquietaba el poder toledano.

Las comunidades judías estaban presentes en la península Ibérica, como mínimo, desde la Diáspora seguida de la destrucción del templo de Jerusalén a manos de los romanos (77 d.C.). Tenemos constancia de la existencia de comunidades judías en la Tárraco romana (desde el siglo III) y en la Barchinona visigótica (desde el siglo V). La promulgación de aquella primera ley antijudía desestabilizaría las comunidades judías peninsulares y la actividad comercial sufriría una fuerte crisis, que, sumada a la crisis agraria por las sequías y a la crisis social por el desprestigio de las jerarquías católicas, contribuiría al derrumbe del estado visigótico hispánico. Tan sólo diecisiete años más tarde (711) desaparecía para siempre.