Tal día como hoy del año 1897, hace 126 años, se producía una riada que desbordó el cauce del río Túria a su paso por la ciudad de València. Según las fuentes documentales de la época, esa riada fue producto de un fenómeno meteorológico que denominamos popularmente "gota fría" y técnicamente DANA. Se trata de un fenómeno meteorológico provocado por la interacción de dos masas de aire: una de aire muy cálido y origen tropical que envuelve a otra de aire frío y origen polar. El contacto entre ambas masas provoca una condensación extraordinaria de vapor de agua que, al alcanzar las capas altas de la troposfera, se transforma en nubes que descargan con mucha fuerza y violencia. Este fenómeno es típico del otoño mediterráneo.

La gran riada de 1897 fue la primera en ser fotografiada. Según los documentos gráficos de la época, el río Túria se desbordó por su margen izquierdo e inundó la antigua villa de Campanar y los barrios de Les Tendetes, Marxalenes, La Saïdia y La Trinitat. Dichas fuentes relatan que no hubo víctimas personales, pero aquella inundación afectó gravemente a centenares de casas de la orilla izquierda del Túria, entre Campanar y Mestalla, haciendo buena la tradicional cita popular valenciana "a la vora del riu, no faces el niu". En los documentos gráficos de esas fuentes, más que el balance destructivo de la "riuà", destaca la aglomeración de gente en las zarpas y en los puentes del río, contemplando el espectáculo que brindaba el caudal desatado del Túria.

Durante los días siguientes (11 a 13 de noviembre de 1897) continuó lloviendo en la cabecera del río Túria y el caudal no solo no se normalizaba, sino que amenazaba con inundar el centro de la ciudad, en el margen derecho del río (barrios de El Carme y de La Xerea). El día 13, las calles de los barrios de La Olivereta y de La Petxina (al inicio del margen derecho urbano) ya acumulaban un palmo de agua y se dispararon todas las alarmas. Sin embargo, los reporteros de la prensa de la época (sobre todo los del rotativo republicano El Pueblo, dirigido por el escritor Blasco Ibáñez) siguieron saliendo de las redacciones a fotografiar el caudal incontrolado del río y las calles y plazas de la ciudad inundados, lo que dejó un extraordinario fondo documental a disposición de las futuras generaciones.