Tal día como hoy del año 1936, hace 86 años, en la Audiencia Provincial de Tarragona, en aquel momento situada en la plaza del Pallol, se produjo una rocambolesca y masiva fuga de siete presos que habían sido detenidos, unos días antes, por su participación en el atraco de la Banca Escrivà, en Amposta. Según la prensa de la época (La Vanguardia i Diari de Tarragona, ediciones del 13 de marzo de 1936); aquella fuga se produjo al salir de la sala donde habían sido juzgados y condenados. La misma prensa relata que, a pesar del fuerte dispositivo policial, formado por varios miembros de la Guardia Civil, en un primer momento se fugaron dos detenidos y, en medio de la confusión, los cinco restantes.

En el mundo rural catalán, el sistema bancario estaba dominado por estas pequeñas entidades independientes que, generalmente, custodiaban en el interior de sus oficinas los depósitos monetarios de sus clientes. Estas oficinas, generalmente aisladas y con unos medios de seguridad muy limitados, a menudo eran víctimas de atracos (coincidiendo con la realización de ingresos copiosos; la información de los cuales, previamente, había sido filtrada); o de robos (acceso a la cámara acorazada de la oficina, con uso de la fuerza, durante la noche o la madrugada). No obstante, en los años 30 del siglo XX, estas pequeñas entidades ya contrataban pólizas que aseguraban una parte de los depósitos que custodiaban. En cambio, los atracos a clientes no estaban cubiertos por esta garantía.

Estas pequeñas entidades proliferaron en el mundo agrario que había desarrollado un tejido industrial de producción alimentaria (Empordà, Pla de Lleida, Terres del Ebre, Camp de Tarragona); y, generalmente, eran propiedad de una familia local que tenía cierta tradición en la actividad financiera. Durante las primeras décadas del siglo XX fueron entidades muy florecientes, pero cuando se produjo el atraco a la Banca Escrivà de Amposta, este sector ya había entrado en un proceso de reordenación dominado por los bancos de alcance general. Durante la década de los 20 del siglo XX, el Banc de Reus se convirtió en la primera entidad financiera catalana, al absorber o pasar a tutelar una cantidad importante de pequeños establecimientos bancarios de alcance local.