Tal día como hoy del año 1419, hace 604 años, en Gwened (entonces ducado independiente de Bretaña), moría Vicent Ferrer, predicador dominico que, pocos años antes, había sido decisivo en el resultado del Compromiso de Caspe (1412), tanto en las conversaciones previas como en las deliberaciones finales que condujeron a la elección de Fernando de Trastámara (el candidato de las poderosas clases mercantiles de Barcelona y de València) como nuevo monarca de la corona catalanoaragonesa. Vicent Ferrer había nacido en València ciudad, en 1350, y era hijo de Guillem Ferrer, originario de Palamós y notario de Dénia, y de Constanza Miquel, muy probablemente originaria de Lleida.

Con anterioridad a la muerte de Martín I (1410) —el último rey de la estirpe Bellónida— Vicent, como confesor personal y consejero del pontífice cismático Benedicto XIII (más conocido como el papa Luna y protegido por el Casal de Barcelona), había trabajado en la legitimación de Federico de Aragón-Rizzari, hijo ilegítimo del difunto heredero Martín el Joven, fallecido prematuramente en la campaña militar de Cerdeña en 1409. Pero con la precipitada muerte de Martín el Viejo (1410) —más conocido como el Humano—, el papa Luna y Vicent Ferrer abandonaron al pequeño Federico y, de un día para otro, se giraron a favor de Fernando de Trastámara e hicieron proselitismo de la candidatura del castellano.

Después de la elección de Fernando I, abjuró de su antiguo patrón, el papa Luna. Pero después de la misteriosa muerte del rey (1416), que también había abandonado al papa Luna a su suerte, se apartó de la política. Predicó en las penínsulas ibérica e italiana y en el reino de Francia; y siempre lo hizo en el catalán de València. Históricamente, se estimaba que ser entendido por todas partes era fruto de un milagro. Pero la investigación actual lo atribuye al hecho de que el catalán de València es una lengua que marca las vocales y consonantes y en la época se hacía perfectamente inteligible entre los hablantes de las lenguas románicas occidentales. Fue canonizado por el pontífice valenciano Calixto III, en 1455.