Tal día como hoy del año 303, hace 1.720 años, en Nicomedia (provincia romana de Bitinia y Ponto, en la península de Anatolia, a unos 100 kilómetros en el oeste de Constantinopla), la guardia del gobernador decapitaba a Giorgios, tribuno de la legión romana (máxima autoridad de aquel contingente militar) establecida en la ciudad. No obstante, los documentos referidos a esta ejecución no son coetáneos o bien describen hechos que no son verídicos. Por lo tanto, y siempre según la tradición, Giorgios fue ejecutado porque había desobedecido la orden general de persecución y muerte dictada por el emperador Dioclecià contra los cristianos (303), considerados los principales enemigos del estado romano.

También según la tradición, Giorgios era hijo de Geroncio, un oficial del ejército romano originario de Cesarea (provincia romana de Capadocia, península de Anatolia), que estaba destinado en Diospolis (provincia romana de Palestina). La misma tradición explica que Giorgios se crio en Diospolis y cuando fue mayor, vivió con una dama viuda de aquella ciudad denominada Policronia. Antes de ser sometido a martirio, habrían tenido un hijo que también se llamaría Giorgios. Finalmente, la tradición afirma que Giorgios renunció a su cargo militar para evitar cumplir con la orden imperial y que repartió todos sus bienes, pero eso no impidió su asesinato.

El cuerpo de Giorgios fue trasladado y enterrado en Diospolis. Posteriormente a su muerte, la pasión de san Jorge, en cada versión, gana en inverosimilitud. El año 493, cuando el cristianismo ya era la confesión oficial del Imperio Romano de Oriente y de gran parte de los reinos germánicos establecidos en la parte occidental, el pontífice Gelasio promulgó un decreto según el cual el acta martyrum de san Jorge pasaba a ser considerada apócrifa. Gelasio pontificó: "Jorge será uno de aquellos santos venerados por los hombres, cuyos actos solo conocerá Dios". A mediados del siglo VI, el emperador Justiniano ordenó la construcción de un templo sobre la tumba de Giorgios.