Tal día como hoy del año 1813, hace 210 años, el rey José I, el primero y único monarca español de la estirpe Bonaparte, atravesaba la frontera hispano-francesa por Irún (que en aquel momento formaba parte de Navarra), y abandonaba definitivamente el trono español. José I había recibido la corona española de su hermano Napoleón I, emperador de los franceses, que se la había comprado a los reyes Carlos IV y Fernando VII a cambio de una cuantiosa compensación (8 de mayo de 1808). Carlos IV y Fernando VII pasarían a cobrar una pensión anual y vitalicia de cuatro millones de francos franceses cada uno. Además, Carlos (el padre) recibiría la propiedad de un castillo en el País Vasco, y Fernando (el hijo) recibiría la corona del reino de Etruria (el estado satélite toscano) y una esposa de sangre real.

José Bonaparte fue coronado dos meses más tarde (8 de julio de 1808) por una representación tan amplia, o tan irrelevante, como la del primer Borbón hispánico (1700). Parte de esta representación promovería una rebelión contra el régimen legítimo. José I llegó a Madrid con una constitución redactada y aprobada por un grupo de notables tan representativos o tan poco representativos como los diputados rebeldes de las cortes de Cádiz. Este texto, denominado Carta de Baoina, porque fue redactada en aquella ciudad, sería la primera carta magna de la historia de España (la primera en ser redactada y la primera en ser sancionada). Se adelantaba cuatro años a la "Pepa" (la constitución redactada por los diputados rebeldes, pero no sancionada por el rey).

José I encajó cómo pudo la decisión de su hermano —Napoleón—, de separar Catalunya del reino de España, e incorporar-la al Primer Imperio francés. Pero se sobrepuso y fue un rey moderno y culto (en las antípodas de los Borbones españoles), que durante su efímero reinado introdujo ciertas reformas que chocaban con la nobleza latifundista castellano-andaluza, y con las jerarquías eclesiásticas. Volvería a Francia (13 de junio de 1813), y su régimen quedaría en un limbo, a causa de su ausencia y por el escenario de guerra que enfrentaba a los rebeldes (y que tenían el apoyo de Gran Bretaña) y el nuevo ejército de la corona española, formado por militares que habían jurado fidelidad al nuevo rey (y que tenían el apoyo de Francia).