Tal día como hoy, hace 39 años, Catalunya entraba en una nueva etapa de su historia. La tiniebla de la dictadura franquista se quebraba y el amanecer de la libertad llevaba los primeros rayos de claridad. El gobierno español dirigido por Suárez, presionado por los acontecimientos que se producían en Catalunya, decretaba la restauración de la Generalitat, abolida por el régimen franquista en 1938. El decreto, reveladoramente, se anticipaba a la aprobación de la Constitución española (1979).

Hacía tres semanas de la manifestación de la Diada en Barcelona, que había concentrado a más de un millón de personas convocadas al clamor –ya mítico– de "Libertad, amnistía, Estatuto de Autonomía". La más numerosa de la historia de Catalunya hasta aquella fecha. Hacía, también, tres meses que se habían celebrado las primeras elecciones en el Congreso. En Catalunya habían ganado claramente los partidos que reivindicaban la recuperación del autogobierno.

Todo se precipitaba. Y tres semanas después –el 23 de octubre– llegaba a Barcelona Josep Tarradellas, president de la Generalitat en el exilio; que al llegar a Palau para tomar posesión del cargo se dirigió a la multitud congregada en la plaça Sant Jaume con el mítico "Ja sóc aquí". En aquellos primero días la Generalitat actuó como una Mancomunidad. Después vendría la aprobación de funciones –el Estatut– y el traspaso gradual de competencias.

La sombra de aquel proceso, sin embargo, tiene nombres y apellidos. En aquellos días, un sector importante y numeroso del catalanismo político y cultural reivindicó una relación bilateral con España: Catalunya, Estado libre asociado. Como Baviera con respecto a Alemania. Pero socialistas, centristas y populares lo dinamitaron. En aras de una pretendida prudencia que no conseguía ocultar una oscura obediencia. O alevosía, parafraseando a Jordi Carbonell. Y siempre nos quedará la duda de lo que habría pasado si no se hubiera malgastado aquella oportunidad.