Tal día como hoy del año 1425, hace 599 años, en Zaragoza, el rey Alfonso V el Magnánimo (segundo Trastámara en el trono de Barcelona), firmaba un salvoconducto a favor de Juan de Egipto Menor y de las personas que lo acompañaban, que se considera la primera constancia documental de la comunidad gitana en la península ibérica. Ese salvoconducto decía que "como nuestro querido y devoto Juan de Egipto Menor (el patriarca de ese colectivo), que con nuestro permiso (el del rey) tiene que ir a varias partes, entiende que tiene que pasar por algunas partes de nuestros reinos y tierras y queremos que sea bien tratado y acogido (...) el mencionado Juan de Egipto y los que con él irán y lo acompañarán (...) sean dejados ir, estar y pasar por cualquier ciudad, villa, lugar y otras partes de nuestro dominio con seguridad".

La comunidad gitana mantuvo su tradición nómada durante todo el siglo XV. Pero a partir de 1499, algunos consejos municipales empezaron a dictar leyes que perseguían esta tradición, y en Catalunya se produjo un proceso de sedentarización que culminaría con el nacimiento de varias comunidades gitanas locales. A finales del siglo XVI y principios del XVII, las más numerosas y activas eran las de Barcelona (situada en El Raval), Lleida (situada en el Hortet de Santa Teresa) y Perpinyà (situada en la parroquia de Sant Jaume). Dichas comunidades se dedicaron a varios oficios artesanales, como la fabricación de trapos y de artículos de anea (sillas, cestos). En menor medida, se dedicaron a la compraventa de ganado de pie redondo (caballos, mulas, asnos) y eran habituales en las ferias locales y comarcales del país.

En la actualidad, la comunidad gitana local porcentualmente más numerosa de Catalunya es la de Lleida. Según los datos la Asociación Cultural Gitana de Lleida, en la capital de la Terra Ferma viven unos 5.000 gitanos, que representan un 3% de la población total de la ciudad y que, en su gran mayoría, son descendientes de esa primera comunidad gitana que se estableció en el Hortet de Santa Teresa a mediados del siglo XVI. En Barcelona, también son muy numerosas y dinámicas las comunidades gitanas locales de El Raval y de la antigua villa de Gràcia. Y en Perpinyà, han sido un referente cultural de una extraordinaria importancia: durante las décadas de 1950 a 1980, de fuerte retroceso del uso del catalán en la capital rosellonesa, la comunidad gitana local fue un bastión de conservación y transmisión generacional de la lengua del país.