Tal día como hoy del año 1939, hace 85 años, en el contexto de los últimos compases de la Guerra Civil Española (1936-1939) y en el paraje conocido como Can Tretze, en el término municipal de Pont de Molins (Alt Empordà), un pelotón de incontrolados fusilaba a cuarenta y dos prisioneros de guerra franquistas capturados por el ejército republicano a la conclusión de la Batalla de Teruel (7 de enero de 1938). Entre aquellos prisioneros de guerra había el coronel Rey d'Harcourt, comandante militar rebelde que había rendido la plaza al ejército republicano; y Anselmo Polanco, obispo de Teruel, que había creado y financiado grupos terroristas que cometían asesinatos y sabotajes en la retaguardia republicana.

Según la investigación historiográfica, aquellos cuarenta y dos prisioneros de guerra fueron fusilados en medio de la caótica retirada republicana, cuando el ejército republicano y su estructura jerárquica ya no existían. Se sabe que, pocas horas antes de aquellos hechos, un grupo de incontrolados se hizo cargo de aquellos prisioneros y los fusilaron; pero nunca se ha conseguido averiguar la identidad de los autores de aquella masacre, ni si actuaron siguiendo órdenes superiores. Según la misma investigación, poco después de los hechos, el general Vicent Rojo Lluch —máxima autoridad militar en la zona republicana de Catalunya— habría ordenado una investigación que se cerraría sin ningún resultado.

En cambio, y sorprendentemente, los rebeldes no tuvieron constancia de aquella masacre hasta pasadas unas semanas; cuando, según la versión oficial franquista, un pastor de la zona descubrió los cadáveres. El gobierno de los rebeldes responsabilizó a los republicanos, pero lo cierto era que tanto Rey d'Harcourt como Polanco eran dos personajes incómodos para el régimen franquista. El militar había sido acusado de cobardía (había rendido Teruel desobedeciendo las órdenes superiores, que le exigían el sacrificio de sus tropas hasta el último hombre). Y el obispo había creado y financiado una banda terrorista, que actuaba a favor de los rebeldes, pero que había sido duramente criticada por las jerarquías vaticanas.

La mayoría de los historiadores apuntan hacia elementos incontrolados del ejército republicano en descomposición (probablemente los restos de aquellas brigadas que articulaban los sindicatos anarquistas y comunistas al inicio de la guerra). Sin embargo, la misma investigación, ha puesto de relieve las numerosas contradicciones que rodean aquellos hechos, desde la captura hasta el fusilamiento de los prisioneros. Y destaca el silencio del Vaticano a la oferta republicana de rescate de Polanco (amenazado de muerte por los falangistas). O, destaca, que las autoridades franquistas no autorizaron la exhumación y traslado de los restos de Rey d'Harcourt —a quien investigaban in absentia—, hasta treinta y tres años más tarde (1972).