Tal día como hoy del año 1973, hace 50 años, en Santiago (Chile), moría el diplomático Ricardo Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, poeta y Premio Nobel de Literatura (1971), que había jugado un papel decisivo para salvar la vida de 2.500 exiliados republicanos, buena parte de los cuales eran catalanes. En aquel momento, Pablo Neruda era embajador de Chile en París (con anterioridad había sido cónsul chileno en Barcelona). Ya había estallado la II Guerra Mundial (01/09/1939) y pocos meses después, el ejército de la Alemania nazi ocuparía Francia (junio, 1940) y perseguiría brutalmente a los exiliados republicanos. El principal damnificado de aquella persecución sería el president Companys.

En aquel dramático contexto histórico, surgió la figura de Pablo Neruda, que aprovechando el compromiso que, meses antes, el gobierno de Chile había adquirido con el último gobierno de la desaparecida República española (el acogimiento de 2.500 refugiados), fletó (con sus propios recursos y con los de las organizaciones de solidaridad de los países del Cono Sur) un barco para transportar este contingente a Chile. Consiguió alquilar el Winnipeg, uno mercante de bandera francesa propiedad de una naviera de Le Havre (Normandía-Francia), que se adaptó para esta misión. El 4 de agosto partía de Puillac, cerca de Burdeos y el 3 de septiembre llegaba a Valparaíso.

Durante la travesía, se produjeron a bordo situaciones de extrema tensión, que reproducían, a pequeña escala y en alta mar, los conflictos políticos que habían marcado la efímera historia de la II República española. Según los testimonios de los propios tripulantes del Winnipeg, superado el canal de Panamá y mientras el barco navegaba por las costas del océano Pacífico, aquella escalada de tensión culminó con un enfrentamiento muy violento entre los pasajeros, que culminó con el intento de los españoles (que eran mayoría) de lanzar por la borda a los catalanes (que eran minoría). Finalmente, se creó una especie de cordón de separación que impediría una tragedia.

Neruda se responsabilizó del proceso de selección de las personas que fueron embarcadas. Priorizó los reagrupamientos de familias dispersas por varios campos de refugiados y las criaturas que habían quedado huérfanas. Años más tarde algunas de estas personas alcanzarían un papel destacado en el mundo cultural y empresarial del país de acogida. Es el caso de los catalanes Montserrat Julió (actriz, escritora y directora de cine y teatro), Miquel Cunillera (médico), Roser Bru (pintora y grabadora) o Josep Balmes (pintor). Cuando, años más tarde, Neruda fue galardonado con el Nobel de Literatura, declararía que el Winnipeg fue el mejor poema de su producción.