Tal día como hoy del año 1699, hace 325 años, en Oliva (País Valencià), nacía Gregori Mayans i Siscar, que en el transcurso de su vida sería uno reconocido erudito, principalmente en el estudio y el conocimiento de las ciencias jurídicas, de la historia, de la lingüística (de las diversas lenguas peninsulares) y de la poligrafía. Junto al gallego Benito Feijoo, se lo considera al representante más destacado del movimiento filosófico y político de la primera Ilustración hispánica, que surgió a finales del siglo XVII (durante el reinado del último Habsburgo) y se proyectó hacia la primera mitad del siglo XVIII (durante el reinado del primer Borbón).

Mayans había nacido en una familia de lengua y cultura valenciana, de profesión liberal y de ideología foralista, comprometida con el partido austracista durante la guerra de Sucesión hispánica (1701-1715). Su padre, Pasqual Mayans, había acompañado a Carles de Habsburgo desde el desembarque de Denia hasta su proclamación en Barcelona (1705). A causa de eso, Gregori sería objeto de la represión del régimen borbónico, que no le impediría formarse y convertirse en una figura primordial de la intelectualidad de la época. En este proceso formativo tuvieron mucha importancia los profesores valencianos Josep Borrull y Manuel Martí, de la Universidad de Salamanca.

Gregori Mayans era un producto académico de aquella primera España borbónica de fábrica castellana. Pero en la correspondencia que mantuvo con otro valenciano de gran talla intelectual, Joseph Climent y Avinent, catedrático de la Universidad de Valencia (1731-1766), obispo de Barcelona (1766-1775), y defensor de la enseñanza en catalán, se pone de manifiesto su voluntad conjunta de devolver la lengua catalana a la vida pública y al mundo académico. En esta defensa de la normalización del catalán, el ministro de Hacienda de Carlos III, Rodríguez de Campomanes, señalaría a Climent y a Mayans como “separatistas” (enemigos del régimen).

En una de estas cartas, Mayans le decía al obispo Climent “Celebro mucho que V.S. Ilustrísima introduzca la lengua castellana para que los catalanes se aficionen a los buenos libros que se han escrito en esta lengua. Pero siempre es necesaria la conservación de la lengua catalana, para la inteligencia de las leyes, para el conocimiento de la historia y para la mejor comprensión de la doctrina cristiana. En nuestro reino (la España borbónica del siglo XVIII), hay muchos catalanes que todo eso y otros conocimientos los adquieren en castellano, pero no lo entienden bien del todo, porque para los catalanes, el castellano es una lengua extraña, y no la saben como saben la suya”.