Tal día como hoy del año 1710, hace 313 años, en el palacio de Versalles (Francia), nacía Luisa Isabel de Orleans y de Borbón, que doce años más tarde (1722) sería casada con Luis de Borbón, hijo primogénito y heredero del rey Felipe V —el primer Borbón hispánico— y de la reina Gabriela de Saboya. Luisa era hija de Francesca de Borbón y nieta del rey Luis XIV de Francia. Por lo tanto, era prima de Felipe V y tía en segundo grado de su marido Luis. Pasados dos años de las bodas (15 de enero de 1724), Felipe V abdicó a causa de su precaria salud mental, y Luis y Luisa fueron coronados rey y reina consorte de España. Lo serían hasta el 31 de agosto de 1724, cuando el rey Luis I murió prematuramente, oficialmente a causa de una tuberculosis y extraoficialmente de unas venéreas.

Luisa solo fue reina durante siete meses y medio, pero pasó a la historia por su comportamiento excéntrico que, según la investigación moderna, sería causado por un trastorno límite de la personalidad. Los embajadores extranjeros acreditados en la corte de Madrid escribieron que Luisa se paseaba por palacio sucia y maloliente (como si se hubiera arrastrado por la cuadra de los caballos), sin ropa interior y mostrando —a propósito— sus partes íntimas mientras profería ruidosas risotadas. También escribieron que en otras ocasiones corría por los pasillos de palacio, totalmente desnuda y gritando como una posesa. Y, además, en otras ocasiones se desnudaba y se entregaba a la limpieza de cristales y de la vajilla con las piezas de su ropa interior.

Ahora bien, lo que llamaba más la atención a los embajadores extranjeros era el comportamiento de Luisa en las recepciones oficiales. Según la documentación epistolar que generó el cuerpo diplomático acreditado en la corte de Madrid, Luisa eructaba ruidosamente y se tiraba unos estrepitosos y malolientes pedos mientras los reyes departían con la corte o con el cuerpo diplomático. También les sorprendía su conducta alimentaria. Explican que se negaba a comer en público, pero, en cambio, relatan que en las recepciones oficiales abusaba de la bebida hasta el extremo de que su voluntad quedaba anulada. Y explican, también, que a escondidas comía compulsivamente todo aquello que caía en sus manos, comestibles o no, hasta que lo vomitaba escandalosamente.