Tal día como hoy del año 1480, hace 537 años, nacía en Roma la que sería una de las mujeres más poderosas de su época: Lucrècia Borja, hija de la relación casi conyugal que mantenían Roderic de Borja, entonces cardenal de València y canciller del pontificado, y Vanozza Cattanei, una aristócrata lombarda. De esta relación nacieron cuatro hijos —todos reconocidos por su padre—, que los crió en las estancias vaticanas como si fueran una familia convencional. En aquel ambiente también se criaron otros tres hijos que Roderic de Borja había tenido con otras mujeres. La lengua vehicular y de cultura de aquella extensa y pintoresca familia fue siempre la catalana.

El ascenso al poder de los Borja ejemplariza el liderazgo indiscutible que Valencia, a finales de la centuria de 1400, ejercía sobre el conjunto de ciudades del Mediterráneo. Con 100.000 habitantes, era la ciudad más poblada de la Península ibérica y ejercía la capitalidad económica, política y cultural de la Corona de Aragón. Los Borja formaban parte de la oligarquía valenciana y se convertirían en señera del poder valenciano en el pontificado. Primero fue Alfons de Borja, nacido en la Torreta de Canals (País Valencià), que reinaría en el Vaticano como Calixto III, y posteriormente sería su sobrino Roderic, nacido en Xàtiva y padre de Lucrècia, que lo haría como Alejandro VI.

Lucrècia fue una pieza fundamental en la política de alianzas de la familia Borja. A sus extraordinarias cualidades intelectuales se le sumaba una reconocida belleza física, que la convirtieron en una de las princesas más codiciadas por las familias aristocráticas de la bota italiana. Su padre la casó primero con un heredero Sforza —príncipes del Milanesado. Después con un Trastámara —hermano del rey de Nápoles. Y finalmente con un heredero Este —príncipes de Ferrara. Lucrècia, sin embargo, no pudo evitar el destino que la sociedad de aquella época reservaba a las mujeres, con independencia de su condición, y murió a los 39 años a causa de una infección derivada de su octavo parto.