Tal día como hoy del año 1869, hace 153 años, en La Riba (Alt Camp); nacía Isidre Gomà i Tomàs, que en el transcurso de su vida cursaría la carrera eclesiástica y sería obispo de Tarazona (1927-1933) y cardenal primado de Toledo (1933-1940). Poco después del inicio de la Guerra Civil española (1936) se convertiría en la jerarquía eclesiástica más poderosa del territorio que había quedado en poder de los rebeldes; en contraposición a monseñor Vidal i Barraquer, cardenal primado de Tarragona; que, simultáneamente, sería la máxima jerarquía de la Iglesia en la zona republicana. Se da la circunstancia de que Vidal i Barraquer también había nacido en las comarcas de Tarragona, con tan solo una diferencia de unos meses (Cambrils, Baix Camp, 3 de octubre de 1868).

Gomà i Tomàs adquirió una extraordinaria notoriedad en aquel contexto de conflicto cuando en diciembre de 1936, el pontífice Pío XI lo nombró enlace entre el Vaticano y la Junta de Salamanca (el gobierno rebelde). Pero los cabecillas golpistas habían nombrado Antonio Magaz, un furibundo antibasquista y anticatalanista, ennoblecido por Alfonso XIII embajador del gobierno rebelde en la Santa Sede; que había propuesto fusilar a los religiosos vascos por su apoyo al gobierno vasco del lehendakari Aguirre y al régimen republicano. Después de varios encontronazos; Pío XI evitó dar apoyo explícito al bando franquista; pero encargó a Gomà y Tomàs la redacción de una Carta colectiva de los obispos españoles que justificaba el golpe de estado militar de 1936.

Gomà i Tomàs redactó un borrador que después de varias consultas con las jerarquías eclesiásticas de la zona rebelde, firmarían casi todos los obispos de los dos bandos en conflicto; excepto los de Tarragona, de Vitoria-Gasteiz, de Ciutadella de Menorca y de Urgell (que lo haría a última hora y duramente amenazado). Pero la publicación de la Carta colectiva de los obispos españoles que era una de las exigencias de la Junta de Salamanca a las jerarquías eclesiásticas españolas no impidió que Magaz llevara a cabo sus funestos propósitos. Después de la ocupación franquista de Guipúzcoa y de Vizcaya (1937), grupos de falangistas incontrolados procedentes de Castilla y de Andalucía asesinaron docenas de curas vascos.

Gomà i Tomàs, horrorizado, exigió explicaciones a la Junta de Burgos (que había relevado la de Salamanca). Y fue la única autoridad eclesiástica que tuvo el valor de enfrentarse personalmente a Franco. Después de aquellos sucesos, las relaciones entre Gomà i Tomàs y Franco sufrieron un importante deterioro. Un año después (22 de agosto de 1940), Gomà y Tomàs, que era el único cardenal primado de las Españas desde el exilio de Vidal i Barraquer (1936) moría: y a pesar de la categoría del finado, Franco declinaba asistir a su funeral. El sitial cardenalicio de Toledo sería ocupado por otro obispo catalán, Enric Pla i Deniel (Barcelona, 1876); que, reveladoramente, había sido uno de los primeros que había catalogado el golpe de estado militar de 1936 como una "cruzada".