Tal día como hoy del año 1755, hace 268 años, en Orcet (entonces provincia de Auvernia, del reino de Francia, y actualmente departamento de Puèi Domat, República Francesa), nacía Georges Auguste Couthon, que posteriormente sería una de las personalidades políticas más destacadas de la Revolución Francesa (1789-1793). Couthon, que había nacido en una familia acomodada del mundo agrario rural, estaba destinado a continuar la actividad tradicional de sus progenitores. Pero fue afectado por una poliomielitis infantil que lo limitó muchísimo. Y desde entonces, sus padres lo orientaron hacia los estudios. En 1785 se licenciaba en Derecho y en 1791 ya era presidente del tribunal de Clermont-Ferrand.

Su carrera política se inició, también, en Clermont-Ferrand. En 1787, antes del estallido revolucionario, era nombrado miembro de Asamblea Provincial de Auvernia. Y en 1792, en pleno proceso revolucionario, era elegido diputado de la Convención Nacional (equivalente al Parlamento del reino). Durante ese periodo de tiempo (1787-1793), evolucionó desde un posicionamiento monárquico y liberal hasta un republicanismo radicalmente revolucionario. En 1793 ya formaba parte del partido jacobino, que en ese momento lideraba Robespierre, y fue uno de los diputados de la Convención que votó a favor de la sentencia de muerte sin posibilidad de apelación contra los reyes Luis XVI y María Antonieta.

Durante la etapa llamada "Régimen del Terror" fue —junto con Robespierre, Danton y Saint Just— una de las cuatro personalidades más poderosas de la nueva República Francesa. Couthon fue el arquitecto del proyecto de expansión de la Revolución Francesa, y propuso la invasión de Catalunya (en aquel momento, una provincia del reino borbónico español) y la constitución de una república independiente. La función que Couthon había reservado a la República Catalana era la de un estado independiente, tutelado por la Francia revolucionaria, que debía proyectar el fenómeno revolucionario al conjunto de la península ibérica. Couthon defendió este proyecto, afirmando que la sociedad catalana ya estaba lo bastante madura para asumir ese papel.