Tal día como hoy del año 1917, hace 108 años, en Barcelona, nacía Alfred Benlloch i Llorach, que en el transcurso de su vida se convertiría en médico e inventor. Nacido en una familia acomodada dedicada a la fabricación de muebles, su padre favoreció el interés del joven por la ciencia, y desde muy pequeño dispuso de un laboratorio químico en casa que le permitiría llevar a cabo experimentos en varios campos. Durante su infancia, estudió en el Liceo Francés de Barcelona y cuando ya estaba a punto de acceder a la universidad, estalló la guerra civil española (1936-1939), que marcaría su carrera académica y profesional.

Ingresó como voluntario sanitario en la red hospitalaria de Barcelona y enseguida dio muestras de su extraordinaria capacidad. Pocas semanas después, el doctor Frederic Duran Jordà —que sería el inventor del primer servicio de transfusión del mundo— lo destinó al Hospital núm. 18 (una instalación sanitaria situada en la zona de Montjuïc) y lo dirigió a unas dependencias vacías que no tenían ningún uso. Según explicaría el propio Benlloch más tarde, Duran le dijo: "Muchacho, esto tiene que ser un laboratorio de análisis clínicos para este hospital. ¡¡¡Tú mismo!!! Tienes tres días para hacerlo. Si necesitas ayuda, me avisas".

Benlloch diseñó varios aparatos para la obtención de productos que, en ese momento, no estaban en el mercado (antígenos y vacunas). Consiguió un reactivo para sustituir el Meinicke (un reactivo de floculación que se usaba para diagnosticar la sífilis). Benlloc creó un producto de características similares con miocardio de buey triturado, desecado y tratado con éter y alcohol y con una proteína y una resina, que emplearía para detectar y descartar a los donantes portadores de sífilis. Estas aportaciones técnicas permitirían procesar y mandar al frente de guerra republicano más de 9.000 litros de sangre en buenas condiciones, que contribuirían a salvar centenares de vidas humanas.