Tal día como hoy del año 1645, hace 378 años, en Villanueva de los Infantes (Corona castellanoleonesa), moría el escritor Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, que el estamento académico español ha enaltecido como una de las principales figuras de la literatura castellana del Siglo de Oro (siglo XVII). Pero Quevedo fue algo más que un escritor. Tuvo un cargo en la cancillería hispánica, que le había conseguido a su padre, un alto funcionario de la corte. Y desde su posición se convirtió en un propagandista del régimen de Felipe IV en un momento en el que la monarquía hispánica estaba enfrentada a Catalunya (ocupación castellana, 1635-1640; Revolución de los Segadores, 1640; y Guerra de Separación, 1640-1652/59).

Quevedo, a través de su producción literaria, divulgó una idea perversa de los catalanes. Algunas de sus citas, publicadas durante la etapa crítica que anticipa la Revolución y la Guerra (1635-1640) son premonitorias del conflicto y son reveladoras de que este enfrentamiento fue fabricado a propósito por la cancillería hispánica. Publicó: “Son los catalanes aborto monstruoso de la política”, “El catalán es la criatura más triste y miserable que Dios crió” y “Son los catalanes el ladrón de tres manos, que para robar en las iglesias, hincado de rodillas, juntaba con la izquierda otra de palo y en tanto que viéndole puestas las dos manos, le juzgaban devoto, robaba con la derecha”.

Pero la cita que resulta definitiva es la que publicó proclamando que: "En tanto que en Cataluña quedase un solo catalán y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigo y guerra". Esta frase ponía de relieve una realidad paradójica: con el pretexto de la Guerra hispanofrancesa (1635-1659) los Tercios (el ejército del poder central hispánico) habían entrado en Catalunya sin la autorización previa de las instituciones catalanas, que era lo que los reyes hispánicos habían jurado desde Fernando el Católico (siglo XV). Catalunya formaba parte del edificio política hispánico, pero aquellos Tercios se comportaron como lo habrían hecho en cualquier territorio enemigo: robaron, saquearon e incendiaron cosechas; y apalearon, mutilaron, violaron y asesinaron a miles de civiles.