Tal día como hoy —según algunas fuentes— del año 718, hace 1.307 años, en Camogli (una pequeña villa al este de Génova y entonces una fortaleza en la costa ligur, pero bajo la dominación del reino germánico lombardo), moría Próspero, que había sido el último arzobispo de Tarragona antes de la invasión árabe. Otras fuentes sitúan la muerte de Próspero en algún momento del año 713 en Roma o del 714 en Verona (ciudades del Estado pontificio). Pero la hipótesis más verosímil es la que sitúa el fin de sus días en Camogli, en el 718, porque otros testigos documentales apuntan que estuvo en su palacio de Tarragona, dirigiendo su diócesis, hasta que los árabes se acercaron a la ciudad (verano del 714) y se produjo el abandono de la vieja Tarraco.
Durante la primavera del 714, los árabes —que habían iniciado la conquista del reino visigótico hispánico tres años antes (711) y que habían pasado el invierno acuartelados en Zaragoza— saltaban el Ebro y se dirigían hacia el extremo nordoriental peninsular. Tarragona, que en aquel momento todavía conservaba la condición de "gran ciudad" del territorio, que le venía de la anterior época romana, era el objetivo de los árabes. Cuando el arzobispo Próspero tuvo noticias de que el ejército de Tāriq ibn Ziyād y Mūsà ibn Nuṣayr se acercaba, ordenó el abandono de la ciudad. De esta forma se pretendía que el ejército árabe, formado por unos 20.000 efectivos, no pudiera efectuar el necesario avituallamiento que llevaba a cabo entre ciudad y ciudad, y se viera obligado a retroceder.
Cuando Tāriq y Mūsà entraron en Tarragona se encontraron con la ciudad más lujosa desde que habían iniciado la conquista de la mitad norte de la Península, pero estaba totalmente deshabitada y se vieron obligados a seguir el camino hasta Barchinona (la actual Barcelona) para avituallar a su ejército. Según algunas fuentes, Próspero y sus canónigos se refugiaron, inicialmente, en Roma, con el pensamiento puesto en un retorno relativamente inmediato; pero ese hecho no se produjo nunca. Los árabes continuaron su camino hacia el norte y Próspero murió cuatro años después (718) sin haber podido volver a Tarragona y sin haber podido recuperar su sitial archidiocesano. Y Tarragona se quedó con un nivel mínimo de habitaciones durante cuatro siglos (714-1114).