Tal día como hoy del año 1890, hace 134 años, en Sanlúcar de Barrameda (Andalucía), moría Antonio de Borbón-Orleans y Borbón-Dos Sicílias, duque de Montpensier, que había sido yerno de la reina María Cristina de Borbón (la viuda de Fernando VII y regente de España al inicio de la minoría de edad de su hija Isabel II) por su matrimonio con Luisa Fernanda de Borbón (la hija pequeña de María Cristina y la hermana pequeña de Isabel II). Por lo tanto, también había sido cuñado de la reina Isabel II. Montpensier pasaría a la historia como el personaje más intrigante y traidor de la familia real española, y como uno de los más insidiosos y conspiradores del poder español del siglo XIX.

Montpensier (Neuilly-sur-Seine, región de París, Francia, 1824) era hijo de Lluís Felipe I, el último rey de Francia, y de María Amelia de Nápoles (sobrina de María Cristina de Borbón), y, por lo tanto, era primo de su esposa María Luisa y primo, también, de la reina Isabel II. Por este motivo, la reina-viuda y reina-madre María Cristina de Borbón (que sería conocida como la reina de la corrupción), invirtió una considerable cantidad de dinero del "bolsillo secreto" de los Borbones españoles, para urdir un golpe de estado en el Ecuador, derrocar al presidente Vicente Roca y coronar a su yerno Montpensier y a su hija Luisa Fernanda como "reyes de los Andes" (1846).

Esta maniobra no les salió bien y el escándalo obligó a la reina-madre, María Luisa y Montpensier a exiliarse a Inglaterra. Durante una década larga, Montpensier vivió rodeado de un nivel de lujo extraordinario, al fin y al cabo financiado por su suegra. Pero eso no impediría que, participara en el derrocamiento de su cuñada Isabel II (1868). Poco después, el general Prim —presidente del Gobierno— sería asesinado (1869) y la prensa de la época señalaría Montpensier como el inspirador de aquel magnicidio. Prim fue herido de gravedad en un atentado en centro de Madrid, y murió asfixiado con una almohada de su cama mientras se cuidaba de las heridas.

Según algunos historiadores, Montpensier habría urdido el asesinato del general Prim, porque el entonces presidente del gobierno habría incumplido la promesa que al derrocar a Isabel II le sería recompensada su colaboración, situándolo en el trono de Madrid. Y según otros historiadores, Montpensier habría instigado el magnicidio de Prim, porque el general había iniciado conversaciones secretas con el gobierno norteamericano para vender la colonia española de Cuba, en aquel momento la base principal del negocio ilegal de comercio de esclavos que dirigía María Cristina de Borbón —su suegra— desde el exilio. Sea como sea, nunca pagó por aquel crimen y murió plácidamente en la cama.