Tal día como hoy, hace 38 años, moría en La Habana (Cuba) Ramon Mercader; oficialmente Ramon Ivànovitx López. Había sido un espía catalán –nacido en Barcelona– al servicio del aparato de estado soviético. Era hijo de un industrial de Sant Gervasi; de moral clasista y de ideología tradicionalista. Mercader, sin embargo, ha pasado a la historia por ser el asesino de Lev Trotski, líder de la oposición socialdemócrata rusa al régimen autoritario estalinista. En 1940, en plena Segunda Guerra Mundial Mercader, por orden del presidente soviético Stalin, asesinó a Trotski clavándole un piolet en la cabeza.

La relación de Mercader con el régimen estalinista le venía a través de su madre, la cubana Caridad del Río, que había sido una agente de NKVD –los servicios secretos soviéticos– en Barcelona durante los años 30 del siglo pasado. Al estallido de la Guerra Civil española, Mercader, que ya tenía 23 años, se incorpora al aparato estalinista. Se afilia al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) con la misión de informar a Moscú sobre las actividades de los dirigentes obreristas contrarios a los intereses soviéticos. Aquellos años serían su particular escuela de iniciación hacia el mundo del espionaje.

El relato del asesinato de Trotski es digno de un buena historia de espías. Trotski vivía exiliado en México rodeado de fuertes medidas de seguridad; consciente como era de que el régimen estalinista lo consideraba un objetivo prioritario. Y Mercader, que entonces trabajaba para el NKVD en París –ocupada por los nazis–, viajó con identidades falsas a México –pasando por los Estados Unidos– y consiguió ganarse la confianza de la secretaria de Trotski. Después del asesinato, sin embargo, no pudo huir y fue detenido y condenado a 20 años de prisión. En 1960, cuando fue excarcelado, la Unión Soviética le concedió el título de héroe, y estuvo destacado como espía en La Habana de Castro hasta su muerte.