Tal día como hoy del año 1172, hace 852 años, en Murcia, moría Muhámmad ibn Mardanís, que había sido rey de la taifa de València, denominada emirato de Xarq al-Ándalus y que había sido el único dominio musulmán peninsular que había logrado independizarse del califato almohade. Xarq al-Ándalus era un extenso territorio que, durante el reinado de Mardanís, abarcaría el litoral mediterráneo peninsular desde Peñíscola (al norte) hasta Almería (al sur), y que se adentraría hacia el interior a través de los valles de los ríos Turia, Júcar y Segura. Mardanís fue, también, conocido por sus enemigos cristianos como "el rey Lobo". Algunos historiadores sitúan la fecha de su muerte el día 28 de marzo de 1172.

Mardanís representaba una realidad sociológica y cultural que la historiografía nacionalista española se ha esforzado en ocultar: era descendente de la gran masa de población autóctona peninsular (de origen hispanorromano e hispanovisigótico) que se había arabizado e islamizado durante la larga dominación árabe iniciada a principios del siglo VIII. Mardanís, concretamente, era miembro de una familia oligárquica mozárabe (de origen indígena y de antigua confesión cristiana) originaria del valle del Segre, que había conservado su estatus político y económico con su arabización e islamización. Sus antepasados habían sido gobernadores andalusíes en las plazas musulmanas de Lleida y Fraga.

Mardanís fue, también, el último gran rey de la taifa de València. Durante esa época de plenitud, la capital de la taifa había oscilado entre las ciudades de Murcia y València, en función de los intereses comerciales y militares de ese estado árabe. Pero después de su muerte (que le sorprendió en Murcia), el emirato de Xarq al-Ándalus entró en crisis y fue ocupado por el califato almohade (1172-1228). Transcurrido medio siglo, y poco antes del inicio de la conquista catalanoaragonesa (1232), la taifa valenciana recuperó, efímeramente, su independencia (1228-1238), de manos de un descendiente del rey Lobo, llamado Zayyan ibn Mardanish (1228-1238) pero nunca alcanzó los niveles de poder económico y militar de la época dorada de su antepasado.