Tal día como hoy del año 1516, hace 507 años, en Monein (parte continental del reino de Navarra), moría Juan III, rey de Navarra, por su matrimonio con Caterina de Foix, reina titular de Navarra (1484). Desde el momento en que se había producido aquella unión matrimonial, los Albret, condes de Perigord, incorporaron la bandera cuatribarrada de los Foix-Castellbò (de origen occitano y catalán) a su escudo de armas. Por este motivo, los Albret posteriores a Juan III y el escudo de la monarquía navarra lucieron las cuatro barras durante buena parte de los siglos XV y XVI. No sería hasta la coronación de Enrique III (bisnieto de Juan III y primer monarca navarro de la estirpe Borbón), que la bandera cuatribarrada desaparecería del heráldico navarro.

En 1512, el ejército de la Corona castellanoleonesa, dirigido por Fernando el Católico, conquistó por la fuerza de las armas la mitad sur del reino navarro (la parte peninsular) y la incorporó al edificio político hispánico. Juan III y su corte se refugiaron en la parte continental (la Baja Navarra situada en el norte de los Pirineos). Pero Juan III pasaría a la historia como el último rey navarro que se sentó en el trono de Pamplona. A partir de aquel momento, el trono navarro se instalaría en Pau. En aquella guerra de conquista de Navarra, se da la circunstancia que tanto Juan III de Navarra como Fernando el Católico (que era rey de la corona Catalanoaragonesa), plantaron pendones cuatribarrados en sus respectivos campos de los diversos escenarios de batalla.

Aquella guerra, y su resultado, había sido la culminación de un conflicto latente que había provocado un enfrentamiento civil. Navarra era un estado que había quedado totalmente encajado entre los tres gigantes de la región: las coronas catalanoaragonesa y castellanoleonesa (que habían creado la unión dinástica hispánica), y la monarquía francesa. En un cambio de paradigma (final de la edad media e inicio de la edad moderna), era cuestión de tiempo que fuera engullida por una de estas potencias. Y las oligarquías navarras, plenamente conscientes del papel que tenían que jugar en este debate, se enredaron en un conflicto civil entre agramonteses (partidarios de una unión con la monarquía hispánica) y los beaumonteses (partidarios de una unión con Francia).