Tal día como hoy del año 1648, hace 370 años, moría en Roma el religioso y pedagogo Josep de Calassanç, que había sido el fundador de la orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Virgen de las Escuelas Pías, conocida popularmente con el nombre de "Padres Escolapios", la primera institución de enseñanza de la historia que daría atención a las clases populares. Josep de Calassanç, nacido en la villa catalanohablante de Peralta de la Sal (la Llitera) el año 1556, era el octavo y último hijo de una familia de campesinos acomodados que le procuraron la carrera eclesiástica. Estudiaría Filosofía y Derecho Canónico en la Universitat de Lleida, y Teología en la Universitat de València. Y con 31 años se convertiría en preceptor de los niños de la casa de los Colonna, una de las familias más ricas y poderosas de Roma.

Al margen de su actividad en los círculos privilegiados, su vocación de compromiso social lo llevaría a colaborar con una cofradía que atendía el segmento más desfavorecido de la población. Sería allí donde idearía la creación de una escuela gratuita abierta a todos los niños. Aunque, inicialmente, no recibiría el apoyo ni de las jerarquías eclesiásticas ni de las clases privilegiadas, conseguiría la cesión de la sacristía de la parroquia de Santa Dorotea, en el barrio del Trastévere, y allí, en el año 1597, fundaría la primera Escuela Pía. Calassanç, pionero de la pedagogía moderna, revolucionaría y democratizaría la enseñanza: crearía aulas (enseñanza colectiva) y niveles (ciclos de enseñanza primaria y de formación profesional) que, posteriormente, se convertirían en el modelo universal del sistema de enseñanza.

En la ofensiva castellanitzadora contra la Iglesia catalana, especialmente agresiva durante los años previos a la Revolución de los Segadores (1640) que conduciría a la proclamación de la Primera República Catalana (1641), Josep de Calassanç se posicionaría a favor del clero del país. En una de las varias cartas que envió a los jerarcas eclesiásticos castellanos impuestos en las mitras catalanas por la corte hispánica citaba textualmente: "La nación catalana no tiene igual en el mundo para quien se porta bien. Y todo al contrario para el que se porta mal. La nación catalana es singular en bienquerencia para quien se porta bien, porque son personas prácticas y de gran juicio y prudencia, como vuestra reverencia lo comprobará si se comporta con ellos con las cualidades de un buen religioso".