Tal día como hoy del año 1522, hace 500 años, en Castelló d'Empúries; moría Enrique de Trastámara y de Pimentel; también conocido como Enrique de Aragón; pero, sobre todo, por su mote "Infante Fortuna". Enrique había sido nombrado Lugarteniente de Catalunya (virrey) justo después de la coronación de su primo-hermano; el conde-rey Fernando II, nombrado el Católico (1479). A diferencia de los lugartenientes que lo precedieron en el cargo, que solo ejercían sus funciones cuando el conde de Barcelona abandonaba el territorio del Principat de Catalunya; "el Infante Fortuna" sería el primero que ostentaría el cargo de forma permanente, tanto si el soberano estaba en territorio catalán como si no. Por este motivo, el cargo se dotó de nuevas atribuciones, que venían a ser las de un delegado itinerante y permanente del conde que coordinaba a los vegueros.

El mote "Infante Fortuna" le había sido puesto por su azarosa vida en busca de una posición destacada. Aunque había nacido en Aragón (Calatayud, 1445) y se había educado en Castilla (Medina del Campo, 1450-1461); muy pronto se radicó en Catalunya para tomar posesión del condado de Empúries. En 1461, a la víspera de la Guerra Civil catalana (1462-1472), se posicionó con las oligarquías que controlaban las instituciones; y en contra de su tío Juan II. Pero, en el transcurso del conflicto, viendo los beneficios que le reportaría la reconciliación con el conde-rey, cambió de bando. Poco después intentó encontrar el apoyo de Juan II para negociar su matrimonio con Juana "la Beltraneja"; heredera al trono de Toledo, pero el proyecto matrimonial de Fernando e Isabel estaba muy avanzado y tuvo que renunciar a sus ambiciones.

No obstante, "el Infante Fortuna" murió como uno de los hombres más poderosos —política y económicamente— de Catalunya: era conde de Empúries (aunque con los derechos feudales muy recortados a causa de la victoria de los campesinos de Remensa, 1486) y duque de Sogorb (uno de los títulos nobiliarios y patrimoniales más importantes del País Valencià). Cuándo murió dejó dispuesto en testamento la condición obligatoria que, a partir de aquel momento, los condes de Empúries que lo sucedieran, tenían que residir permanentemente en el palacio condal de Castellón y que tenían que ser, siempre, de naturaleza catalana. Y que, en ningún caso, podían ser extranjeros, ni siquiera castellanos. Desde la muerte del 38.º conde (1640) —también nombrado Enrique de Aragón—; no se cumple ninguna de estas disposiciones testamentarias.