Tal día como hoy del año 450, hace 1.568 años, moría en Roma Aelia Galla Placidia, conocida como Gal·la Placídia, hija del emperador Teodosio I, y que durante un año y pico fue la esposa de Ataúlfo, el rey visigodo que, después de devastar la península Itálica, estableció su pueblo sobre el territorio de las provincias Narbonense y mitad oriental de la Tarraconense (actuales Languedoc y Catalunya), y que convirtió Barcelona ―por primera vez en su historia― en capital de un dominio territorial. La capitalidad de aquel dominio territorial (el reino de los visigodos) tendría una existencia efímera: creada por Ataúlfo en el año 414, sería conservada por su sucesor Sigerico, y acabaría ―finalmente― desplazada a Tolosa de Languedoc el año 418 por Valia.

El reinado de Gal·la Placídia y Ataúlfo, a pesar de su efímera existencia, marcaría un antes y un después en la historia de la ciudad de Barcelona. Durante la etapa visigótica (reinos de Tolosa y de Toledo, siglos V en VIII), Barcelona ganó protagonismo como urbe, en buena parte por el prestigio que conservaba de la época que había sido "sede regia". Durante aquella etapa la ciudad estuvo formada por tres cuerpos sociales (hispanorromanos, visigodos y judíos) que convivieron, siempre, en harmonía. Tres siglos y medio más tarde (801); cuando el emperador Carlomagno entró en la ciudad y la incorporó a sus dominios, fue designada capital del condado y de la Marca de Gótia (la región carolingia que comprendía la fachada costera entre los deltas de los ríos Roine -en la actual Provenza- y Llobregat).

Esta centralidad, y la existencia de una tradición fabril y mercantil ininterrumpida desde finales de la etapa romana (fabricación y exportación de vino, trapos y garum, durante los siglos III e IV); sumado a la ruina de Tarragona (totalmente abandonada desde la invasión árabe -717-); la convirtieron en palo de pajar de la futura nación catalana. Cuando Ramon Berenguer III —conde independiente de Barcelona—, reocupó y restauró el Camp y ciudad de Tarragona (1117); Barcelona ya era una ciudad con un peso demográfico y económico y un liderazgo indiscutibles en el mundo catalán; y en una de las urbes con más proyección del Mediterráneo occidental. A menudo se afirma que Gal·la Placídia y Ataúlfo, y las murallas de la ciudad, explican el papel de capitalidad histórica de Barcelona.