Tal día como hoy del año 1665, hace 358 años, en Madrid, moría el rey Felipe IV, que había sido el último soberano de la monarquía hispánica como primera potencia mundial. Felipe IV había heredado la corona a la muerte de su padre Felipe III (1621), en medio de una profunda crisis económica (provocada por el agotamiento de las minas americanas y por la corrupción de las clases cortesanas de Madrid) que aventuraba el fin del liderazgo mundial hispánico. En 1659 (seis años antes de su muerte) se vio en la difícil tesitura de firmar Pau dels Pirineus, que se tradujo en la amputación de los condados nord-pirenaicos catalanes, sin embargo, a escala hispánica, significó el relevo del liderazgo mundial en beneficio de la monarquía francesa, gobernada por su yerno Luis XIV.

El reinado de Felipe IV había sido marcado por las continuas guerras externas en Europa contra las potencias protestantes del centro y del norte de Europa, y por las continuas revueltas contra los estados que no aceptaban formar parte del edificio político hispánico (Catalunya, Portugal, Nápoles, Países Bajos, Andalucía). En el caso de Catalunya, el conflicto había estallado en 1640, después de que, con el pretexto de la guerra contra Francia, el ejército del poder central entrara en Catalunya sin autorización de las instituciones catalanas, y se comportara con la población civil como si de un territorio enemigo se tratara. Los robos, los incendios, las violaciones, las amputaciones y los asesinatos que cometía la soldadesca hispánica, provocaron una reacción generalizada que culminaría con el Corpus de Sangre de 1640.

Durante aquella jornada, los segadores rurales, acampados en el Pla de Barcelona y las clases populares de la capital catalana, asaltaron las casas del virrey hispánico y de varios jueces de la Real Audiencia. El virrey, Dalmau de Queralt, acabaría asesinato en la playa de Montjuïc, y el presidente de la Generalitat, Pau Claris, ordenaría una investigación sin ningún resultado. Aquel crimen, que la investigación moderna apunta que podría ser de falsa bandera, sería uno de los motivos que esgrimiría el rey Felipe IV para declarar formalmente la guerra a Catalunya (01/09/1640). Acto seguido, el gobierno catalán firmaría dos tratados internacionales con Francia, y durante la primera fase del conflicto (1640-1648) la guerra sería muy desfavorable a los intereses de Felipe IV.