Tal día como hoy del año 687, en Toledo; moría el rey Ervigio, que había gobernado la monarquía visigótica desde el año 680. El acceso al trono de Ervigio y el destino que tuvo su sucesor explican el proceso de descomposición en que estaba inmerso el Estado visigótico. Su predecesor, el rey Wamba, había destacado por la derrota militar y la represión política que había infligido a las élites secesionistas de la Tarraconense y de la Narbonense; que en el año 673 se habían independizado y habían coronado a su líder Flavius Paulus "rey de los visigodos de septentrión". No obstante, los independentistas habrían recuperado posiciones, y hacia el 680 ya ocupaban destacados cargos palatinos.

Fue así como Ervigio llegó al trono. Según la Crónica Albeldense, a principios de noviembre de 680, el rey Wamba sufrió un infarto cerebral que lo incapacitó para seguir gobernando. En aquel momento, se produjo una especie de pronunciamiento protagonizado por los partidarios de su antecesor, el rey Recesvinto (que habían sido apartados del poder por el golpe de Estado que había entronizado a Wamba); y por los descendientes ideológicos de la rebelión de Flavius Paulus (que se habían infiltrado en la corte de Toledo). En aquel contexto de luchas intestinas, los partidos que habían alcanzado el poder se habían confabulado para coronar a Ervigio.

Pero el reinado de Ervigio fue caótico. Wamba (que, todavía, vivió ocho años más retirado en sus propiedades del norte de la península, 688) y sus partidarios (concentrados en el valle del Duero); hostilizaron permanentemente a Ervigio. Y la Iglesia aprovechó la debilidad del rey para obtener importantes concesiones políticas y patrimoniales, y para promover la legislación y la aprobación de las primeras leyes antijudías de la historia peninsular. Ervigio, consciente de su debilidad, y temiendo que a su muerte su familia podía ser exterminada por el partido rival, casó su hija Cixilo con Égica, jefe del partido de Wamba.

Égica dividió a sus opositores, favoreciendo al partido independentista de la Tarraconense y de la Narbonense; y persiguiendo hasta la extenuación a la familia y los acólitos de su difunto suegro. Revirtió muchas leyes favorables a la Iglesia promulgadas por su suegro, y las jerarquías eclesiásticas intentaron deponerlo. Pero salió reforzado de aquella crisis y transmitió la corona a su hijo Witiza (700), posteriormente derrocado por un golpe de Estado liderado por Roderico (710), jefe del partido del difunto Wamba y de las jerarquías eclesiásticas. Roderico, abandonado por los witizianos murió en la batalla de Río Guadalete (711); que significaría el fin de la monarquía visigótica hispánica.