Tal día como hoy del año 687, hace 1.336 años, en Toledo, moría Ervigio, rey de la monarquía visigótica hispánica (680-687). Antes de llegar al trono, era un alto funcionario de la corte palatina que lideraba un grupo de familias nobiliarias contrarias a la política autoritaria y centralista del rey Wamba (672-680). Según las crónicas mozárabes posteriores (siglos IX y X), Ervigio habría sido el responsable de administrar un narcótico al rey Wamba, con el propósito de hacerle creer que estaba a las puertas de la muerte. Wamba abdicó y sus opositores lo recluyeron en el monasterio de Pampliega. Fue tonsurado y vestido con los hábitos de monje y, según las investigaciones más recientes, moriría al cabo de pocos meses debido a la intoxicación que le habían provocado en palacio.

Pero el ascenso al trono de Ervigio no estuvo exento de conflictos. Otros partidos nobiliarios importantes, que también se oponían a Wamba y que no habían obtenido ningún beneficio de la maniobra de destronamiento, se enfrentaron a Ervigio. El nuevo rey, desesperado por el paisaje general de rebelión que amenazaba su poder y su vida, pactó con las jerarquías eclesiásticas: con el arzobispo Julián de Toledo y los obispos Hospital de València y Próculo de Cartagena (en cambio, los arzobispos Cebrià de Tarragona y Sunifredo de Narbona no habrían formado parte de dicha alianza). Las jerarquías eclesiásticas confirmaron su apoyo a Ervigio y, a cambio, introdujeron las primeras leyes persecutorias contra la minoría judía peninsular.

En aquel momento, las principales ciudades peninsulares ya acogían a importantes comunidades judías, que se habían instalado después de la diáspora del año 70 d.C. Tarragona, València, Barcelona, Narbona o Nimes contaban con importantes comunidades locales judías, que mantenían un activo comercio con otras comunidades israelitas de la costa tirrena de la península italiana. Cartagena, Toledo, Mérida, Córdoba o Sevilla también tenían comunidades judías importantes. Las leyes de Ervigio (promovido por Julián de Toledo, hijo de judíos conversos) promulgaron la prohibición del culto y la liturgia judía, y las víctimas de esa represión fueron condenadas a elevadísimas multas, que provocaron muchas situaciones familiares de ruina.