Tal día como hoy del año 1458, hace 565 años, en Roma, moría Alfonso de Borja, que había sido el 209º pontífice de la Iglesia Católica como Calixto III (Callistus Tertius). Alfonso, el primer papa de la estirpe de pontífices Borja, sería, también, el primer vicario de Cristo catalanohablante de la historia. Según la investigación del historiador jesuita catalán Miquel Batllori (1909-2003), Alfonso había nacido el 31 de diciembre de 1378 en una alquería (una explotación agraria) de Xàtiva (entonces reino de València) denominada Torreta de Canales, propiedad de sus padres, que en la documentación de la época son identificados como Domènec ("un buen hombre, labrador de Játiva") y Francina.

La posición acomodada de la familia permitió enviar a Alfonso a estudiar. Cursó la carrera de leyes en la Universidad de Lleida y posteriormente fue profesor a la misma institución. Su sabiduría y su elocuencia no pasaron desapercibidas, y llamaron la atención del pontífice cismático Benedicto XIII, conocido, también, como papa Luna y protegido por los reyes catalanoaragoneses (tanto los Bellónidas como los Trastámaras). Durante el reinado de Martín I, el último Bellónida fue nombrado canónigo de la sede leridana, y poco después de la entronización de Fernando I, el primer Trastámara, fue elevado a la categoría de obispo de la diócesis ilerdense.

Alfonso fue un fiel defensor de la nueva dinastía Trastámara. Tuvo un papel destacado en el fracaso del ataque de Jaume de Urgell (1413) a Lleida, que precipitó el fin de la revuelta contra Fernando I. Este posicionamiento obedecía a dos causas: la primera ideológica (Alfonso procedía de un corpus social formado por la pequeña oligarquía urbana, totalmente contraria al proyecto involucionista del Urgell), y la segunda, personal (su carrera política se proyectaba con fuerza en la sombra de la nueva dinastía). Posteriormente, Alfonso el Magnánimo (hijo y sucesor de Fernando I), le encomendó varias misiones diplomáticas que cumplió muy satisfactoriamente.

Alfonso el Magnánimo lo recompensó prestándole todo su apoyo en la carrera para alcanzar la cátedara de San Pedro. Fue nombrado cardenal el 2 de mayo de 1444, veintitrés meses después de la conquista catalana de Nápoles y con las armas del Magnánimo retronando en las puertas de Roma. Y el 8 de abril de 1455 fue elegido pontífice de la Iglesia Católica. Una de las primeras medidas que dictó fue la canonización de Vicente Ferrer, que años antes había profetizado que Alfonso se sentaría en la cátedra de San Pedro. Sesenta años después de su muerte (1518) sus restos fueron, definitivamente, depositados en el templo de Santa María de Montserrat, de Roma.