Tal día como hoy del año 1978, hace 45 años, en Barcelona, moría el historiador, etnólogo, activista y político Josep Maria Batista i Roca, que había sido una de las figuras más destacadas del independentismo iniciático catalán del siglo XX. Batista i Roca, nacido en Barcelona en 1895, se formó académica y profesionalmente en Londres, en Oxford y en Dublín. En este último destino (década de 1920) recibió la influencia del movimiento independentista irlandés en plena lucha contra la dominación británica. Al regresar a Catalunya (1926) creó varias organizaciones secretas (Palestra, Grup 1640) que perseguían el objetivo de la independencia.

El año 1931, con la proclamación de la República y la restauración de la Generalitat, creó una Guardia Cívica en torno a la figura del president Macià, que se tenía que convertir en la Guardia Nacional de Catalunya. Y durante los Hechos de Octubre (6 de octubre de 1934) dio apoyo a la proclamación de la República catalana dentro de la República federal española del president Companys. Pero en aquella faceta en la cual es menos conocido; y en la que, en cambio, adquirió una extraordinaria relevancia, sería en la de impulsor y mediador para la creación de una zona desmilitarizada y de administración internacional en Catalunya durante la Guerra Civil Española (1938).

El 15 de abril de 1938 las tropas rebeldes alcanzaban el Mediterráneo por Vinaròs (País Valencià) y rompían la zona republicana en dos partes aisladas. Al norte quedaba Catalunya en solitario; y las partes en conflicto fiaron el resultado de aquella guerra a la decisiva batalla del Ebro (25 de julio a 16 de noviembre de 1938). En aquel punto, el gobierno francés presidido por Edouard Daladier previó un escenario desfavorable a la República, que provocaría un colosal exilio en Francia, como acabaría pasando meses después (diciembre, 1938 – febrero, 1939). Y con el gobierno británico, presidido por Neville Chamberlain, iniciaron conversaciones para encontrar una solución a la crisis que se acercaba.

En estas conversaciones participaron, como elementos clave, Josep Maria Batista i Roca, en aquel momento una de las figuras más relevantes del independentismo catalán; y Nicolau Maria Rubió i Tuduri, delegado de la Generalitat en Londres. Aquel plan consistía en crear una zona desmilitarizada y de administración internacional entre el río Tordera (en el sur) y los Pirineos (en el norte). Pero la oposición del president Companys, que vio el embrión de una futura Catalunya independiente, no lo hizo posible. Acabada la guerra (1939), Batista i Roca se exilió en Inglaterra, impartió la docencia en Oxford y fue el creador del Anglo-Catalan Society.