Tal día como hoy del año 1967, en Madrid, moría el periodista y novelista José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, conocido también con el seudónimo Azorín, y que había sido uno de los escritores más prolíficos del siglo XX español. Azorín había publicado en todos los géneros, pero había destacado especialmente en el ensayo (como analista de la política contemporánea española) y en la novela (como autor de varias obras de carácter costumbrista). En total, escribió más de 150 libros. Las más conocidas serían las novelas La voluntad (1902) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904), los libros de viajes La ruta de Don Quijote (1905), Castilla (1912) y el ensayo Al margen de los clásicos (1915).

Azorín había nacido en 1873 en Monòver (País Valencià), en una familia acomodada formada por el abogado Isidro Martínez, natural de Yecla (Murcia) y, en varias legislaturas del último cuarto del siglo XIX, diputado del Partido Conservador que lideraba Cánovas del Castillo, y por la propietaria agroganadera Lluïsa Ruiz, originaria de Petrer (País Valencià). Azorín no fue educado en valenciano por su familia, pero sí que conoció y aprendió la lengua del país en las calles y plazas de su pueblo, en los juegos de infancia de sus primeros años de vida. En su carrera profesional, no haría nunca uso del valenciano, pero lo sabía hablar perfectamente, y, en sus publicaciones, haría referencias constantes a él y lo definiría como "un hijuelo del catalán".

A pesar de su ideología conservadora (que sería especialmente patente durante el franquismo), siempre hizo gala de una visión crítica de la política española. En 1931, mientras las Cortes republicanas debatían el Estatut que tenía que confirmar la restauración del autogobierno catalán, Azorín publicó “Todas las disciplinas, la historia, el derecho, la filosofía de la historia, la historia del derecho, la estética, la etnografía, el folklore, la poesía erudita, la poesía popular, la novela, la sociología, el derecho consuetudinario, la filología; todas, en suma, demuestran que Cataluña es una nación. Y es hora de que la inquietud y la preocupación terminen. Cataluña tiene derecho a vivir su vida. El resto de España debe, sin más dilación, hacer que Cataluña viva su vida”.