Tal día como hoy del año 1949, hace 75 años, en Buenos Aires, moría exiliado Niceto Alcalá-Zamora, que había sido el primer presidente —y, por lo tanto, jefe de estado— de la II República española (1931-1936). Alcalá-Zamora representaba el sector más conservador del republicanismo, y con la proclamación de la República había sido nombrado presidente provisional. Posteriormente, sería ratificado por las Cortes y se convertiría en presidente electo, y lo sería hasta poco después de las elecciones generales de 1936, momento en el cual las mismas Cortes, con mayoría del Frente Popular y el Frente de Izquierdas que habían ganado aquellos comicios, lo cesó por su connivencia el gobierno de derechas (1933-1935) que había protagonizado el escándalo del Estraperlo (1935).

Alcalá-Zamora siempre había tenido una relación conflictiva con Catalunya. Como diputado en las Cortes de la restauración borbónica, se había declarado contrario a la autonomía política de Catalunya (1916-1919): "Admito la diversidad catalana, pero niego que sea una nacionalidad; si creo que es una región vigorosa". Y se había opuesto al hecho de que catalanes, valencianos y mallorquines restauraran su histórica relación (1919): "¿Por qué esta ansia de expansión? (...) ¿Por qué dañáis a Valencia con su personalidad propia, que no es una creación exclusiva del espíritu catalán, sino la hija espiritual de la acción aragonesa y catalana? (...) ¿Por qué el asedio a Baleares (...) con una vigilancia directa que supone mermas en la autonomía basada en la insularidad y en la distancia?".

En los Pactos de San Sebastián (1930), suscritos por los partidos republicanos que preparaban el advenimiento de la II República desde la clandestinidad (en aquel momento España estaba gobernada por la monarquía dictatorial de Alfonso XIII y Primo de Rivera), Alcalá-Zamora no quería dejar participar el partido independentista Estado Catalán, liderado por Francesc Macià. Pero tuvo que retroceder por la presión del resto de participantes en aquella convocatoria, que entendían que transportar el estado español de una monarquía a una república no sería posible sin el concurso de los republicanos catalanes. Incluso, se opuso a la exigencia catalana de que el advenimiento de la república tenía que venir acompañado de la restauración del autogobierno de Catalunya.

Acto seguido a la proclamación de la República fue nombrado presidente provisional con el objetivo de atraer a la burguesía conservadora de los núcleos urbanos de Castilla y de Andalucía al proyecto republicano. Y durante las primeras semanas de su mandato, tuvo durísimos enfrentamientos con Macià, nombrado presidente provisional de la Generalitat restaurada. Durante aquella etapa de tensión recuperó el discurso que ya utilizaba cuando se negociaba el Estatuto inédito de 1919: "la autonomía catalana tiende (...) a establecer diferencias entre los ciudadanos y por tanto a ejercer un efecto centrífugo en la cohesión nacional" que no era nada diferente de lo que había reprobado al general Primo de Rivera para justificar el golpe de estado de 1923 (supresión de la Mancomunidad).