Tal día como hoy del año 1965, hace 58 años, en Madrid, moría el militar Felipe Acedo Colunga, que había sido gobernador civil de Barcelona entre 1951 y 1960. Durante el ejercicio de su cargo, y con el propósito de silenciar la oposición a su gestión, desplegó una política personalista, autoritaria y despótica; consistente en promover y alimentar el enfrentamiento entre las diversas familias políticas del franquismo en Catalunya. Instigó para enfrentar a las oligarquías empresariales de la ciudad (de naturaleza catalana y que daban apoyo al régimen); con los falangistas (de origen forastero y de ideología belicista); y con las jerarquías de la Iglesia catalana (que acogían y promovían la recuperación del catalanismo cultural).

Acedo Colunga había sido nombrado después del cese fulminante de Eduardo Baeza Alegria, que Franco, personalmente, había responsabilizado del éxito de la Huelga de Tranvías (1951), la primera gran protesta contra el régimen franquista en Catalunya. Y venía precedido de una siniestra fama. Durante la Guerra Civil, había sido fiscal en varios consejos de guerra formados por el bando rebelde, que habían llevado centenares de personas a la muerte. Y durante la II Guerra Mundial había proclamado la necesidad de exterminar delincuentes comunes, homosexuales, republicanos, masones, comunistas y catalanistas; y proponía crear un sistema que era un sincretismo entre la tradicional Inquisición hispánica y los métodos que utilizaban los nazis en los campos de la muerte.

Durante su estancia en Barcelona protagonizó situaciones extremadamente ridículas. Prohibió publicar la tira cómica "Don Felipe", del dibujante Joaquim Muntanyola, porque el personaje era feo, calvo y llevaba su nombre. Y también protagonizó situaciones dantescas. Desahució a centenares de familias humildes que vivían en chabolas y las recluyó en el Estadio de Montjuïc; y, posteriormente, las desterró de la ciudad. Finalmente, su estrella se apagó de la misma forma que la de su antecesor. Fue destituido después de los Hechos del Palau (1960), cuando el régimen franquista constató que, a pesar del exilio de las élites políticas catalanas y la durísima represión en el interior, el catalanismo político había resurgido. Franco lo hizo responsable.