Tal día como hoy del año 1409, hace 614 años; el rey Martín I, nombrado el Humano y último soberano de la estirpe nacional catalana Bellónida; firmaba el nombramiento del mallorquín Hug Bonapart como nuevo gobernador de la cancillería de Barcelona en la isla de Córcega. Este territorio insular había sido incorporado al edificio político catalanoaragonés en 1297, a consecuencia del Tratado de Agnani, según el cual el Pontificado —elevado a la categoría de árbitro de los conflictos en el Mediterráneo occidental— concedía la soberanía de Córcega y Cerdeña a Jaime II. No obstante, el dominio catalán sobre la isla siempre fue precario, a causa de la continuación intervención de la República de Génova en las revueltas locales anticatalanas.

Efectivamente, durante un siglo largo las oligarquías locales se batieron en un conflicto armado entre partidarios de Catalunya y partidarios de Génova, que había devastado la isla. El año 1409 fue nombrado Hug Bonapart; pero a partir de 1412, con la desidia del nuevo rey Fernando I (el primer Trastámara), más interesado en la conquista y dominación del reino de Nápoles, se intensificaría la crisis; y Bonapart pasaría a un segundo término. Vicentello d'Istria, jefe de la facción local procatalana, se convertiría en el regente de facto; hasta que fue capturado y ejecutado por los genoveses, Istria sería el último poder catalán en la isla. Posteriormente, la sociedad se debatiría en un conflicto entre independentistas y progenoveses o profranceses.

Según algunos investigadores, después del abandono catalán de la isla (1434), los Bonaparte, huyendo de la represión genovesa, se exiliaron al ducado independiente de Toscana; y allí estuvieron por espacio de dos generaciones. Al principio del siglo XVI volvieron a Córcega, para recuperar su patrimonio, pero ya llegaron con el apellido toscanizado (Buonaparte). Según estos mismos investigadores, Nabulione Buonaparte, futuro emperador Napoleón I de Francia (Ajaccio, 1769) sería descendiente directo de esta estirpe de remoto origen mallorquín. No obstante, los mismos investigadores que lo sostienen admiten que es muy poco probable que Napoleón, en algún momento, hubiera tenido conocimiento y conciencia de este origen.