Tal día como hoy del año 1885, hace 140 años, en Madrid, María Cristina de Habsburgo, viuda del rey Alfonso XII, madre de las dos hijas del monarca —María Mercedes y María Teresa— y embarazada de quien sería hijo y heredero del difunto —Alfonso XIII—, tomaba el poder y se convertía en reina regente. Su esposo, Alfonso XII, había fallecido tres días antes (25 de noviembre de 1882) y, en aquel momento, la heredera al trono era la infanta María Mercedes (1881), que tan solo tenía cuatro años. Fruto del matrimonio entre el difunto Alfonso XII y María Cristina, había nacido, también, la infanta María Teresa (1882). Y, en el momento de la muerte del rey, la reina estaba embarazada de seis meses y esperaba un tercer nacimiento —del cual aún no se conocía el género de la criatura—, que sería el del infante Alfonso (el futuro Alfonso XIII).
María Cristina (Gross Seelowitz, entonces Imperio austrohúngaro, 1858) era tataranieta de Carlos de Habsburgo —el candidato de los catalanes al trono hispánico durante la guerra de Sucesión (1701-1715)— y sobrina nieta de Francisco II, archiduque-rey de Austria-Hungría y el último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1806). Y fue casada con Alfonso XII en 1879, tras la muerte de la primera esposa del rey —María Mercedes— (1879). Durante su matrimonio, tuvo que competir con la amante del rey, la mezzosoprano valenciana Elena Sanz (Castellón, 1844 – París, 1898), y con los hijos de esta relación: Alfonso (1880) y Fernando (1881). Y, si bien es cierto que Alfonso XII nunca reconoció a estas criaturas, también lo es que el hecho de que fueran de género masculino pondría mucha presión a María Cristina.
María Cristina sería reina regente desde 1885 (muerte de Alfonso XII) hasta 1902, cuando su hijo Alfonso fue proclamado rey con el nombre de Alfonso XIII. La regente nunca demostraría altura política para ejercer su responsabilidad. Siempre estuvo manipulada por los políticos y por los militares. Pasaría a la historia como la jefa de Estado que consentiría el régimen del turnismo (el acuerdo que los dos grandes partidos políticos del momento —liberales y conservadores— habían suscrito en tiempos de Alfonso XII —1874— para manipular la voluntad del electorado y alternarse en el poder). Y pasaría también a la historia como la jefa de Estado que autorizaría la mortífera Tercera Guerra de Cuba (1985-1898), que tendría como resultado la muerte de 55.000 soldados de leva españoles, y que firmaría la cesión de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a los Estados Unidos (1898).