Tal día como hoy del año 1640, hace 381 años, en el contexto de la Revolución de los Segadores (1640) y de la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), se producía la batalla del Coll de Balaguer (al límite entre las actuales comarcas del Baix Camp y del Baix Ebre), que enfrentó a las tropas invasoras hispánicas —formadas por 26.000 efectivos y dirigidas por Pedro Fajardo, marqués de Los Vélez— con el ejército de Catalunya, con 2.000 hombres y comandado por Bernat de Boixadors, conde de Savallà. La enorme diferencia entre los dos ejércitos impidió a los catalanes mantener la posición, y aunque causaron un importante número de bajas en la vanguardia hispánica, al cabo de pocas horas del inicio del combate tuvieron que abandonar sus posiciones.

Antes de acabar la jornada, las tropas hispánicas ya estaban delante de las puertas de la villa de L'Hospitalet de l'Infant, defendida por unos setenta hombres. En aquel punto, los hispánicos propusieron a los defensores la rendición de la plaza a cambio del respeto de vidas y de bienes. Sin embargo, una vez estuvieron en el interior de la villa, y tal como habían hecho dos días antes (8 de diciembre de 1640) en la villa del Perelló, ejecutaron la guarnición de la villa e iniciaron un saqueo brutal y la masacre de la población civil desarmada. En aquella dantesca operación, los hispánicos asesinaron a un mínimo de cien personas, entre defensores y prisioneros de la batalla del Coll de Balaguer, que se sumaban a las veinte personas que, dos días antes, habían sido masacradas en El Perelló.

Entre el 8 de diciembre de 1640 (El Perelló) y el 26 de enero de 1641 (Montjuïc), el ejército hispánico de Los Vélez trazó un camino de sangre y fuego, con saqueos y asesinatos masivos e indiscriminados, que tenía un clarísimo propósito de escarmiento. En Montjuïc, las tropas catalano-francesas infligieron una clamorosa derrota a Los Vélez, que perdió buena parte de sus oficiales, los cuales tuvieron que recular hasta Tarragona, y que nunca pudieron reunir sus tropas —que habían desertado en el campo de batalla—, y que, posteriormente, habían sido perseguidas y liquidadas por las milicias catalanas. La sangrante represión hispánica en El Perelló, en L'Hospitalet, en Cambrils y en Martorell, lejos de alcanzar el propósito de Felipe IV, espoleó a los catalanes y la guerra entró en su fase más intensa.