Tal día como hoy del año 1834, hace 184 años, el presidente del gobierno español, el liberal Francisco Martínez de la Rosa, firmaba el decreto de derogación del Tribunal de la Santa Inquisición que, exceptuando algunos pequeños periodos, había estado vigente desde que los reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla (1478) la habían implantado por todos sus dominios. De esta forma se ponía fin, definitivamente, a una institución que, durante 356 años, había sido no tan sólo la guardiana de la moral y de la ortodoxia católicas sino también un importante instrumento al servicio de la monarquía hispánica en la aplicación de las políticas uniformizadoras y castellanizadoras de las Españas.

La sede del Tribunal de la Santa Inquisición en Catalunya estaba situada en el Palacio Real de Barcelona, y tenía a sueldo una amplia red de comisarios-informadores dispersos por todo el territorio catalán. La sede central disponía de salas de tortura ―llamadas "de confesiones" y equipadas con "máquinas de dar tormento"―, y una docena de celdas para los condenados. Las condenas se dictaban en aquella sede, y siempre en castellano; y las ejecuciones sumarias ("autos de fe"), que consistían en quemar viva a la persona condenada a muerte, se llevaban a cabo en las grandes plazas de la ciudad (del Rey, del Born o de la Catedral) y eran presentadas como un gran espectáculo de masas.

Se deroga el Tribunal de la Santa Inquisició. Grabado coetáneo de unas ejecuciones. Fuente Biblioteca Nacional de Portugal

Grabado coetáneo de unas ejecuciones / Fuente: Biblioteca Nacional de Portugal

Con posterioridad a la ocupación borbónico (1714), el tribunal inquisitorial barcelonés desplazó el lugar de ejecuciones a extramuros. Los condenados a muerte eran calcinados en un paraje denominado el Canyet, situado en el actual barrio del Poble Nou, y sus restos eran abandonados allí mismo para que fueran devoradas por las bestias carroñeras. Durante más de tres siglos y medio, la Inquisición condenó a morir a la hoguera a judíos, cátaros, musulmanes, luteranos, hugonotes, homosexuales, lesbianas, bígamos, intelectuales, librepensadores, brujas, brujos y enfermos mentales (acusados de posesión diabólica). Aunque no hay una cifra oficial, se estima que el número de víctimas sería de miles.