Tal día como hoy del año 821, hace 1.198 años, moría en Angers (Neustria, Imperio Carolingio, actual Paises del Loira), Teodulfo de Orleans que, entre las centurias del 700 y del 800, había sido una de las personalidades más destacadas de las jerarquías eclesiásticas de la época. El 794 fue designado obispo de Orleans (en aquellos momentos una de las diócesis más ricas e influyentes del imperio carolingio) y el 798 fue nombrado uno de los cuatro missi dominici (representantes itinerantes del emperador Carlomagno) en la zona fronteriza del sur (Marca de Gotia, actuales Languedoc y Catalunya Vella). En el transcurso de aquella misión, sería cuando proclamaría que los habitantes de aquel territorio formaban parte de una misma familia lingüística, cultural e histórica.

No se conoce con exactitud ni la fecha ni el lugar de nacimiento de Teodulfo. La historiografía española propone que nació hacia el año 750 en Zaragoza (entonces dominada por los árabes). Pero la misma condición que le atribuyen (nacido en una familia cristiana de origen visigótico) desmiente esta hipótesis. Por una parte, entre el 750 (fecha estimada de nacimiento) y el 780 (año en que ya aparece documentado ejerciendo funciones destacadas en la Iglesia franca) no había ningún centro cristiano formativo en el valle del Ebro. Por lo tanto Teodulfo tenía que ser, a la fuerza, un producto del gran exilio hispano-visigótico hacia el reino de los francos (717-721); un fenómeno exclusivo de los territorios del antiguo Conventus Tarraconense (las actuales Catalunya y mitad norte del País Valencià).

El año 804, después del éxito de la empresa militar carolingia en los Pirineos orientales (actual Catalunya), claramente contrapuesto al fracaso de las operaciones en los Pirineos centrales y occidentales (actuales Aragón y Navarra), Teodulfo de Orleans ―que había ejercido un papel político muy importante en aquella iniciativa― fue nombrado consejero teológico del emperador Carlomagno, cargo equivalente al de confesor personal. Sería también uno de los testigos y albaceas del testamento del emperador. Pero a la muerte de Carlomagno (814), estos privilegios se le giraron en contra. La nueva cancillería de Luis (el heredero de Carlomagno) lo implicó en una oscura trama política y lo condenó a reclusión perpetua en un monasterio por el supuesto delito de sedición.