Tal día como hoy del año 1922, hace 100 años, en Tarragona; se reunían varias personalidades del mundo de la política y del deporte, para impulsar el proyecto de creación de lo que podía haber sido el primer circuito automovilístico permanente de Catalunya. Según la prensa de la época (La Vanguardia, edición del 15 de marzo de 1922), aquel circuito se proyectó a las afueras de la ciudad, en el margen derecho del río Francolí (sobre los terrenos que actualmente ocupa el barrio de Torreforta). Según la misma prensa, aquel circuito —que aprovechaba, en parte, el trazado de las carreteras de Tarragona a Valencia y de Tarragona a Reus— tenía que tener una forma trapezoidal y una longitud de once kilómetros
En el momento en que se puso encima de la mesa aquel proyecto, Tarragona era una pequeña ciudad de 30.000 habitantes que, durante siglos, había vivido a la sombra de Reus. No obstante, el inicio de las obras del puerto moderno y la designación como capital provincial (siglo XIX), habían estimulado los proyectos de desarrollo de la ciudad que, a principios del siglo XX, se querían orientar hacia la nuevísima actividad turística. A favor de este enfoque jugaba, también, la recuperación del patrimonio histórico y arqueológico de la antigua Tarraco romana y visigótica, promovida por el prohombre local Bonaventura Hernández Sanahuja a mediados del siglo XIX.
Finalmente, aquel proyecto, que habría sido pionero en Catalunya, no salió adelante. El golpe de Estado del general Primo de Rivera (15 de septiembre de 1923) cesó al equipo de gobierno municipal que había impulsado el proyecto; y el gobierno y la institución de la Mancomunitat de Catalunya que le daban apoyo. Hasta 1933 (dos años después de la caída del régimen dictatorial de Primo de Rivera y de la restauración de la Generalitat); Catalunya no dispondría de un circuito propio para carreras automovilísticas. Pero ya no se aprovecharía el proyecto de Tarragona, y aquel primer circuito se situaría en la montaña de Montjuïc, en Barcelona.