Tal día como hoy del año 1153, hace 868 años, las tropas de Bertran de Castellet, caballero vasallo de Ramón Berenguer IV, conde independiente de Barcelona, entraban en Xibrana (en la sierra del Montsant, al norte del Priorat, y actualmente denominado Siurana). Con la toma de Xibrana, caía el último reducto islámico al norte del Ebro de los dominios condales barceloneses. Xibrana había resistido la empresa conquistadora barcelonesa de la Catalunya Nova —iniciada un siglo antes— en gran parte por su privilegiado emplazamiento defensivo: estaba situada al borde de un cerro que sólo tenía un acceso posible.

La plaza de Xibrana había sido fortificada por los árabes durante el siglo IX y había sido gobernada por varias estirpes de valís de origen autóctono (oligarquías hispanovisigóticas que se habían islamizado y arabizado durante la conquista árabe de la Península). Durante los tres siglos de dominación musulmana, el castillo de Xibrana había sido una plaza de gran valor estratégico que tenía la función de controlar la región montañosa situada entre las grandes plazas árabes de Lérida (Lleida) y Turtusha (Tortosa), y el Camp de Tarragona, "tierra de nadie" entre el condado de Barcelona y el reino taifa de Zaragoza.

Según la tradición, que nació poco después de la conquista catalana de la plaza, la esposa del último valí de Xibrana fue la última superviviente entre los resistentes árabes. Pero, y siempre según la tradición, viéndose perdida en manos de los guerreros cristianos, montó su caballo y se tiró por un acantilado. Posteriormente a la conquista catalana, Siurana fue repoblada con cristianos de la Segarra y el Solsonès, y convertida en la capital de la bailía de las montañas de Prades, origen de la casa condal de Prades, título vinculado, durante siglos, a los infantes de la casa condal barcelonesa.