Tal día como hoy del año 1492, hace 526 años, los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla firmaban en Granada el decreto de expulsión de todas las personas de religión judía que vivían en los países de las coronas de Aragón y Castilla. Aquel documento, conocido como decreto de la Alhambra, era la culminación de un largo proceso de persecución, iniciado con los pogromos de 1391, que había provocado una fuerte erosión de la comunidad judía. El redactado del decreto de la Alhambra empieza con la cita siguiente: "Mandamos echar y echamos de todos nuestros reinos y señoríos occiduos y orientales a todos los judíos y judías, grandes y pequeños, que en los dichos reinos y señoríos están y se fallan".

Los Reyes Catolics firman el decreto de expulsión de los judíos catalanes. Decreto del Alhambra. Fuente Wikipedia France

Decreto de la Alhambra. Fuente: Wikipedia France

El decreto de la Alhambra, firmado un 31 de marzo, ordenaba a los judíos abandonar definitivamente todos los territorios bajo dominio de la monarquía hispánica, fijando el plazo máximo de salida en cuatro meses, es decir, el 31 de julio de 1492. El decreto de la Alhambra, redactado sobre un borrador previo de Tomás de Torquemada (inquisidor general de las coronas de Castilla y de Aragón por nombramiento de los Reyes Católicos), establecía que los judíos no podían llevarse el oro, la plata, las armas o los caballos y advertía que la desobediencia del edicto de expulsión, en cualquiera de sus cláusulas, sería castigada con la incautación de los bienes y la condena a muerte.

El decreto tuvo menos afectación en los países de la Corona de Aragón que en los de la Corona de Castilla. Desde los pogromos generalizados de 1391, las comunidades judías catalanas, valencianas y mallorquinas habían resistido peor que las castellanas o las andaluzas la fuerte crisis provocada por la destrucción de las juderías y la posterior persecución de los supervivientes. Las conversiones y el mestizaje con la población cristiana o las emigraciones —especialmente hacia Liorna, Génova y Roma— dejarían las comunidades judías catalanohablantes muy diezmadas. La investigación historiográfica calcula que en el año 1492 solo restaban unos 8.000 judíos en Catalunya (un 3% de la población) de los 60.000 (un 15%) de 1391.