Tal día como hoy del año 1938, hace 80 años, el presidente de la II República española Manuel Azaña Díaz y el presidente del gobierno republicano Juan Negrín López firmaban en València —sede del gobierno estatal— el decreto de movilización de todos los hombres de la zona republicana nacidos en 1920. Se movilizaron más de 30.000 hombres, la mayor parte de los cuales eran catalanes y valencianos, que tenían dieciocho años recién cumplidos o tan sólo diecisiete años y pico. Aquella leva se llamaría "del biberón" por unas declaraciones de Federica Montseny (exministra de Sanidad y Asistencia Social del duodécimo gobierno de la II República) que exclamó: "¡Pero si muchos todavía deben tomar el biberón!".

La Leva del Biberón era la desesperada respuesta del gobierno de la República al avance de las tropas rebeldes franquistas. A finales de abril de 1938 las tropas franquistas habían alcanzado la costa mediterránea en Vinaròs (País Valencià) y el territorio que quedaba bajo control de la República había quedado dividido en dos: Catalunya, por un lado, y el País Valencià, Murcia, Andalucía oriental y buena parte de Castilla-la Mancha, por el otro. En Catalunya el frente de guerra había quedado estacionado sobre el eje norte-sur formado por el curso de los ríos Noguera Pallaresa-Segre-Ebro y se gestaban las grandes batallas y los bombardeos masivos sobre la población civil que causarían 90.000 muertes.

La República española moviliza la Leva del Biberón. Batalla del Ebro. Font Omnoum Cultural

Batalla del Ebro / Fuente: Òmnium Cultural

Aunque, inicialmente, los integrantes de la Leva del Biberón tenían que desarrollar tareas auxiliares y logísticas, los mandos militares republicanos pronto los lanzaron a la primera línea del frente. Tres meses después de la movilización (julio de 1938), combatieron en las mortíferas batallas del Ebro y del Segre: fueron situados a primera línea en las operaciones militares de Pàndols y Cavalls (Terra Alta), el Merengue (La Noguera) y Valadredo (Pallars Sobirà). Acabada la guerra, los supervivientes acabaron en los campos de refugiados de Argelers y Sant Cebrià (Rosselló-Catalunya Nord); o en los campos de trabajos forzados franquistas de toda la península y del protectorado de Marruecos.