Tal día como hoy del año 259, hace 1.762 años, las autoridades provinciales romanas de Tarraco (la actual Tarragona) condenaban a morir quemado en la estaca al obispo Fructuoso, líder de la comunidad cristiana local y primer obispo de la historia del territorio que más adelante sería Catalunya. Fructuoso fue asesinado junto con sus diáconos (asistentes seglares) Eulogio y Augurio. El hecho de que Fructuoso tuviera la categoría de obispo (el primero de la historia de la ciudad y del territorio) indica que, en aquel momento, la comunidad cristiana local estaba desarrollando una importante actividad evangelizadora.

Las fuentes documentales revelan pocos datos de la vida de Fructuoso, sin embargo, en cambio, delatan que la comunidad cristiana de Tarraco (en aquel momento la gran urbe del cuadrante nordoriental peninsular) era numerosa y estaba organizada. Aunque, en aquella época, las comunidades cristianas tenían que mantener una existencia y una actividad clandestinas, las mismas fuentes indican que el cristianismo había arraigado con fuerza en la ciudad, sobre todo entre las clases privilegiadas y, también, en las grandes villas (explotaciones agropecuarias) que rodeaban la región (Camp de Tarragona).

Tarraco fue una de las primeras ciudades de la península Ibérica que acogió una comunidad cristiana estable, que podría tener su origen en la estancia del apóstol Pablo en la ciudad (primera mitad del siglo I). Las mismas fuentes apuntan a que Fructuoso, Eulogio y Augurio fueron enterrados en extramuros por la propia comunidad cristiana local, en una ceremonia secreta y en un cementerio clandestino situado a la orilla izquierda del río Francolí. Durante siglos, sus restos descansaron en el mismo lugar, hasta que el año 717 (durante la invasión árabe), el arzobispo Próspero se llevó las reliquias óseas al exilio de Italia.

En el siglo V, poco después de la oficialización del cristianismo, las autoridades locales romanas del momento inhabilitaron el anfiteatro, el gran edificio de espectáculos donde, durante siglos, se habían celebrado luchas navales y de gladiadores y donde se había exhibido el martirio y asesinato de Fructuoso, Eulogio y Augurio. Sobre la arena del anfiteatro se edificó un pequeño templo cristiano, en memoria del obispo y sus diáconos, llamado Santa María del Milagro, que en la actualidad es visible y que es la construcción cristiana más antigua que se conserva en la ciudad, y una de las más antiguas del país.