Tal día como hoy del año 1348, hace 670 años, el conde independiente de Barcelona y rey de Aragón Pedro III (conocido como el Ceremonioso o el del Punyalet) derrotaba militarmente la rebelión aristocrática aragonesa que, iniciada con anterioridad, había erosionado la figura y la autoridad del rey en territorio aragonés. En la batalla de Épila, el ejército real comandado por Lope de Luna derrotaría clamorosamente las fuerzas rebeldes, dirigidas por los Ximénez de Urrea (padre e hijo) y se daría por liquidada definitivamente la rebelión aragonesa. Posteriormente a la derrota del bando rebelde aragonés, el conde-rey Pedro III escenificaría la revisión a la baja de los Privilegios de la Unión (de Aragón) ante las cortes reunidas en Zaragoza, rasgando con un puñal el documento que los compilaba.

La rebelión aristocrática aragonesa tenía su origen en la progresiva captación de influencia y de poder de las clases nobiliarias y mercantiles catalanas, que habían roto el equilibrio pactado con la unión dinástica entre el conde independiente de Barcelona Ramón Berenguer IV y la princesa Petronilla de Aragón (1137). Las políticas expansivas mediterráneas (Mallorca, Malta, Sicilia, Cerdeña), protagonizadas casi exclusivamente por los catalanes, habían creado un fuerte malestar entre el estamento nobiliario aragonés que, con el transcurso del tiempo, se había extendido al conjunto de la sociedad aragonesa. La posición negociadora ―o incluso de debilidad― que las circunstancias históricas habían impuesto a Pedro III, habían sido aprovechadas por el estamento aristocrático aragonés para minar la autoridad del monarca en su reino.

Finalmente, con el concurso de las pocas familias nobiliarias aragonesas que se mantenían fieles a su autoridad y con el apoyo de los estamentos aristocrático y mercantil catalanes, Pedro III conseguiría derrotar militarmente a los rebeldes, articulados a través de un partido denominado Unión de Aragón, y recuperar parte de la autoridad que, con anterioridad, había cedido.