Tal día como hoy del año 1611, hace 407 años, moría en València Juan de Ribera, arzobispo de València, patriarca de Antioquía y virrey del reino de València. Conocido como el Patriarca Ribera, fue uno de los principales impulsores y partidarios de las medidas de depuración religiosa —pretendidamente de cohesión social y de unidad ideológica— que acabaría dictando el rey Felipe III contra la minoría morisca hispánica, y fue el inspirador intelectual de la expulsión de los moriscos valencianos (septiembre de 1609), la crisis humanitaria más trágica de la historia moderna del Pais Valencià. Ribera moriría poco después de ver cumplido su objetivo, que comportó, también, una crisis económica sin precedentes en el País Valencià.

Juan de Rivera había nacido en Sevilla el año 1532 en una familia de la oligarquía latifundista castellana. Su padre era duque de Alcalá y marqués de Tarifa, y había ejercido cargos relevantes en la administración de la monarquía hispánica. A Juan le reservaron la carrera eclesiástica, y desde un primer momento dio muestras sobradas de su carácter intolerante, su talante intransigente y de su ideología integrista. Hijo intelectual del Concilio contrarreformista de Trento (1545-1563), condujo con mano de hierro la diócesis de Badajoz, llevando a cabo un rigurosíssimo control del cumplimiento absoluto y generalizado de los sacramentos católicos, y persiguiendo hasta la extenuación las pequeñas comunidades luteranas y moriscas extremeñas.

Muere el Patriarca Ribera, inspirador de la expulsión de los moriscos valencianos. Representación contemporánea. Fuente Wikipedia

Su perfil le valdría ser nombrado arzobispo y virrey de València; un territorio con una notable presencia de población morisca. Durante su gobierno sumergió València cap-i-casal, que había sido el gran foco cultural de la Corona de Aragón y de los dominios peninsulares de los Habsburgo, en un paisaje de tediosa religiosidad. Pero sobre todo, fue el inspirador intelectual de la expulsión de 110.000 personas de la comunidad morisca que, en 1609, representaban un tercio de la población total del País Valencià. En el camino que los tenía que conducir a los puertos de embarque, fueron impunemente asaltados o asesinados, sin que el gobierno del Patriarca hiciera nada para evitarlo. En pleno siglo XX, sorprendentemente, sería canonizado por el pontífice Juan XXIII como San Juan de Ribera.