Tal día como hoy del año 1408, hace 613 años, en Perpinyà, un concilio cismático formado por las jerarquías eclesiásticas de las coronas catalanoaragonesa y castellanoleonesa, del ducado independiente de Lorena y del condado independiente de Provenza confirmaban Pero Martines de Luna y Peres de Gotor ―Benedicto XIII, pero más conocido como papa Luna― como pontífice de la Iglesia católica. No obstante, en aquellos momentos, el papa Luna ya había perdido el apoyo de la monarquía y de la jerarquía eclesiástica francesas, que en 1394 lo habían conducido al sitial cismático de Aviñón.

Después del concilio cismático de Perpinyà, el papa Luna renunció a volver a Aviñón, en aquel momento un enclave pontificio en la Provenza. Su homólogo en el Vaticano, el veneciano Angelo Correr (Gregorio XII), había quedado muy reforzado después del cambio de posicionamiento francés, y aspiraba a detener, encarcelar y condenar al papa Luna. De hecho, Benedicto XIII había salido de Aviñón cinco años antes (1403), después de una intervención militar francesa que lo pretendía capturar y entregar al Vaticano, y había podido escapar a Catalunya gracias a una operación de rescate promovida por el conde-rey Martín I.

Entre 1403 y 1408 había residido en varios lugares de Catalunya y, después del concilio cismático de Perpinyà, decidió radicar su residencia definitiva en el castillo de Peníscola (País Valencià), que le había cedido en usufructo la orden militar de Montesa, en aquel momento dirigida por Berenguer Marc, miembro de una estirpe de la oligarquía urbana de Barcelona. El papa Luna vivió en Peníscola durante veintidós años ―hasta su muerte (1430) a los noventa y cuatro años― y desde allí colaboró activamente con la candidatura de Fernando de Trastámara a relevar a Martín I en el trono de Barcelona.